Ocurrió el 11 de octubre pasado, en el barrio Campo Amor: la semifinal de la Copa Semillas, un torneo de fútbol infantil en Medellín, terminó en una pelea de golpes, empujones, patadas, insultos y jalones de pelo entre los padres de familia. Algunos de los niños, por supuesto, siguieron el ejemplo, y un evento que prometía ser un espacio sano de encuentro familiar terminó en una verdadera batalla campal.
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Unos días antes, el 26 de septiembre, ocurrió una situación similar, pero a mayor escala: los disturbios generados en el partido Nacional-Junior, en el estadio Atanasio Girardot, que dejaron un saldo de 21 personas heridas. Los videos, que se hicieron virales, mostraron el horror de una pelea de puños, puñales y machetes, desatada a raíz del robo de una bandera.
La enfermedad mental nos está cogiendo ventaja: según registros de la Policía Antioquia (con datos del Sistema de Información para la Seguridad y la Convivencia), en el departamento, el año pasado, se presentaron 368 homicidios atribuidos a este factor. Y este año nos preocupan casos como el de un habitante del corregimiento San Cristóbal, que fue asesinado por hacerle un reclamo a su inquilino; o el del señor de Rionegro que recibió una puñalada por pedirles a sus vecinos que bajaran la bulla de la fiesta; o la riña a machete del último fin de semana en Abejorral, que empañó las celebraciones del Día del Campesino. Incluso, el doloroso caso del ciclista Marlon Pérez, asesinado también en una situación de intolerancia, según el reporte de la Policía.
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El 10 de octubre pasado se conmemoró el Día Mundial de la Salud Mental, y el tema tuvo nuevamente relevancia en las redes y los medios de comunicación; pero es evidente que no debe ser un mensaje de coyunturas sino un esfuerzo sistemático y permanente. Según dio a conocer ese día la OMS -Organización Mundial de la Salud-, más de 300 millones de personas viven con depresión a nivel mundial. Y Unicef lanzó un preocupante mensaje de alarma: “La pandemia de COVID-19 ha visibilizado los problemas de salud mental en niños, niñas y adolescentes, poniendo de manifiesto que los sistemas de prevención y atención son insuficientes para abordar la creciente demanda de asistencia”. Según sus datos, uno de cada siete adolescentes de 10 a 19 años en todo el mundo tiene un problema de salud mental diagnosticado.
“Se ha observado que los niveles de estrés y malestar emocional han aumentado debido a factores como la pandemia, la pobreza, las situaciones de violencia, el uso de la tecnología o los efectos de la crisis climática”.
Lo que estamos viviendo de cerca es un fenómeno mundial que nos debe preocupar y ocupar. “Medellín está enferma y el estado no se ha dado cuenta”, dijo recientemente en su cuenta de X el exconcejal Luis Bernardo Vélez, quien mantiene en sus redes una campaña para poner sobre la mesa el tema de la salud -o insalud- mental de nuestra sociedad.
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