La inequidad de imaginarios en Medellín

Cuidando de no generalizar, muchos de nuestros niños, niñas y jóvenes en las comunas más vulnerables de Medellín imaginan su estatus y valía social asociados a pertenecer a un combo, tener una moto de alto cilindraje y administrar una plaza de vicio. Mientras tanto, los sueños de muchos niños, niñas y jóvenes en comunas con mayor acceso a recursos incluyen estudiar en el extranjero, ser empresarios o altos ejecutivos y ocupar posiciones destacadas en su comunidad. 

¿Dónde está la raíz de esta enorme brecha?

La inequidad de imaginarios no sería un problema si no fuera porque, como indicó Descartes, la razón parece el bien mejor repartido de todos, pues todos creemos tenerla. Nuestro imaginario es “peligroso” porque el modo en que entendemos el mundo y el lugar que ocupamos en él determina, en gran medida, nuestro desarrollo, nuestra felicidad y nuestra manera de relacionarnos con los demás.

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Nuestros imaginarios se componen de la percepción que tenemos de la realidad objetiva, pero también se retroalimentan de la forma en que hemos aprendido a percibirla. Dicho de otra manera, nuestros imaginarios se refuerzan y reproducen tanto en nosotros como en las personas con las que interactuamos. Somos imanes y profesores de paradigmas y, en consecuencia, de realidades.

Cifras de Medellín Cómo Vamos reflejan diferencias significativas en la percepción real e imaginada de los habitantes de la ciudad en 2024 en condiciones mínimas para tener una buena vida. Por ejemplo, solo el 54 % de las personas que viven en estratos 1 y 2 manifestó tener buena salud física, frente al 72 % de quienes viven en estratos 5 y 6. Asimismo, solo el 68 % de los habitantes en estratos 1 y 2 se siente seguro en su barrio, en contraste con el 73 % de los de estratos 5 y 6.

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Esta disparidad también se observa en el espíritu emprendedor y en la construcción y uso de capital social. El 46 % de personas en estratos 1 y 2 cree que en Medellín es difícil emprender con éxito, en comparación con el 38 % de estratos 5 y 6. Además, solo el 35 % de los encuestados de estratos 1 y 2 declaró haber participado en alguna red o grupo social, cultural o político, mientras que en estratos 5 y 6 la cifra asciende al 48 %.  Demostrando, también, que el imaginario (y la realidad), también se encuentra inequitativamente distribuida en estos aspectos.

El efecto Pigmalión, o la maldición de las profecías autocumplidas, no es solo un dogma del positivismo tóxico, sino un sesgo cognitivo que condiciona nuestra conducta y los resultados que obtenemos. La ciencia ha demostrado que tendemos a satisfacer las expectativas ajenas y propias sobre nosotros mismos. Por eso, arquetipos sistémicos como “éxito para los exitosos” terminan materializándose en la realidad. Lo positivo es que este fenómeno funciona tanto para mal como para bien: tenemos la capacidad de transformar nuestra realidad retando y ampliando los límites de nuestros imaginarios.

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¿Qué imaginarios sobre Medellín y sus habitantes debemos cambiar? ¿Podemos hacer algo por los niños, niñas y jóvenes de la ciudad? Transformar a Medellín no solo implica mejorar las condiciones materiales y objetivas de la calidad de vida, sino también fortalecer y cuidar la autopercepción de las capacidades propias y el estado de ánimo de sus habitantes. Desarrollar a Medellín es desarrollar los imaginarios de su gente, ayudar a que todos los jóvenes, y no solo unos pocos, crean que pueden lograrlo todo. Que estudiar en el extranjero, ser empresarios o desempeñar un rol productivo en la sociedad más allá de la mera subsistencia no sea una cuestión de suerte, sino una posibilidad real al alcance de todos.

¿Cómo podemos cambiar y enriquecer nuestros imaginarios propios y colectivos? Si hago parte de la Medellín con más privilegios, puedo contribuir cuidando mis pensamientos y comentarios, educando a mis hijos para que amen a su ciudad y a sus habitantes, creyendo en mis sueños y apoyando a otros en los suyos, evitando comentarios negativos injustificados. También puedo involucrarme en el desarrollo de Medellín, participando en proyectos sociales, valorando la diversidad, interactuando con personas fuera de mi círculo habitual, cuestionando prejuicios y buscando formar mis propias opiniones siempre, sin discriminar. Si hago parte de la Medellín menos favorecida, la receta es exactamente la misma: invertir tiempo y atención en fortalecer el amor propio, el pensamiento sin límites, fomentar la diversidad, la relación con los otros y cultivar el liderazgo cívico en favor de nuestra sociedad. El verdadero cambio empieza cuando transformamos nuestra manera de vernos a nosotros mismos y a nuestra ciudad.

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