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Patio interior de Vivir en El Poblado
Fotografía: Laura Montoya
Texto: Saúl Álvarez Lara
Fotografía: Laura Montoya
Texto: Saúl Álvarez Lara
Científicamente la llaman Turdus ignobilis, pero sus admiradores prefieren llamarla mirla porque el nombre científico hace referencia a su plumaje opaco y poco vistoso, sin fama, según la traducción del latín. En la calle y en época de lluvias cuando viene a construir el nido que ocupa de doce a quince días, dos veces al año durante la reproducción, todo el mundo la llama mirla. Algunos le agregan el apellido embarradora por los materiales que emplea en el hogar, ejemplo de solidez arquitectónica, donde pone dos huevos azules por cada apareamiento. La mirla es nuestra huésped, pero su temperamento nervioso la domina, mueve la cola, va al parque, salta de un lado a otro entre los arbustos o sostiene melodiosas conversaciones matizadas con silbidos cortos o rápidos con su pareja y luego regresa al nido. Se quedará cuanto quiera, lo sabe, pero eso no la tranquiliza…
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