La psicóloga Natalia Aristizábal-Henao, magíster en Salud Pública, invita a los lectores de Vivir en El Poblado a “volver la mirada, con admiración y asombro, al momento de nacer, ese rito de paso donde se expresa la grandeza de la oportunidad de la vida del ser humano”. Una propuesta de tejidos de paz y salud mental desde la vida prenatal.
El ser humano es un sujeto activo en su desarrollo desde la gestación: la primera escuela es el vientre materno, la segunda escuela es el contacto piel con piel, la tercera escuela es la matriz relacional, es decir, el tejido de relaciones que establece con sus cuidadores y el mundo desde que nace. Por esto es tan importante generar vínculos con seguridad emocional.
Estos lazos ayudan a definir la personalidad y el perfil emocional de las personas; hacen referencia a un patrón de conductas, a una danza más o menos predecible entre un bebé que expresa una necesidad y un adulto cuidador que satisface. Esta combinación de cuidados, atención y resolución del malestar tienen como base cuidados predecibles, sensibles, respetuosos y ajustados a la situación, y puede decirse que en ese vaivén se va consolidando la seguridad emocional, fenómeno complejo que tiene sus orígenes en la experiencia prenatal de relación entre una madre y su bebé.
Es propio de la naturaleza humana estar aprendiendo y dialogando con el entorno desde la vida prenatal. Los estudios en epigenética han demostrado que desde antes de nacer ya hay improntas de programación que continúan con los hitos del continuo vital: el nacimiento, la experiencia del contacto piel con piel o la experiencia de separación al nacer, el tipo de alimentación, el vínculo, la salud mental de la madre y su pareja… Estos eventos mayores, para la madre, el bebé, la pareja y la familia representan crisis vitales que según cómo se transiten -y acompañen- definen el curso de la vida, de la salud mental y del desarrollo, no solo del individuo sino de la sociedad.
La transición a la maternidad y la paternidad son objeto de estudio y cuidado de la Psicología Perinatal a través de dos propósitos: la comprensión de los cambios cognitivos, emocionales y comportamentales de la mujer y su pareja durante el curso de gestar, parir, nutrir, acoger, adoptar y criar; y la generación de nuevas formas y procesos para la promoción de la salud mental materna e infantil, la prevención de la enfermedad, y la mitigación de la expresión de riesgos psicosociales y enfermedad mental asociada.
Es así como las acciones en salud mental perinatal impactan, por un lado, en la calidad de vida, el bienestar y el desarrollo de las personas, y, por otro lado, en la salud pública, principalmente porque el cuerpo de la mujer es el hábitat imprescindible en el que se desarrolla un ser humano e inicia un viaje de programación metabólica y psicológica, muy bien descrito por la epigenética. Cuidar la salud mental desde la etapa perinatal (antes, durante y después del nacimiento) es una acción de atención primaria en salud por excelencia.
Michel Odent, el obstetra francés más citado en el ámbito del nacimiento, ha dicho lo siguiente: «La primera hora que sigue al nacimiento conforma todo un período crítico en nuestro desarrollo de la capacidad de amar». La forma en que somos gestados, en que nacemos y somos cuidados en nuestros primeros años tiene relevancia en la vida individual y colectiva. La paz se construye desde antes de que la vida se exprese, cuidando lo sutil y muchas veces intangible, como la mirada de expectativa de una materna anticipando el dolor del parto, la necesidad de piel y brazos de un recién nacido, el menester de protección del amamantamiento de una madre y un bebé recién nacidos -ambos-.
El adecuado acompañamiento en esta etapa, principalmente en situaciones adversas, va a facilitar el establecimiento de un vínculo saludable entre la madre y su hijo, contribuyendo a que se sienten las bases de una estructura psíquica saludable y las bases del desarrollo cognitivo y socioemocional. Acompañar, educar e informar en este periodo sensible para el desarrollo psíquico, es la mejor labor preventiva a nivel de salud mental que se puede realizar. Y, quizás con optimismo, podemos decir que el cuidado del binomio madre-hijo, es el eslabón que une la construcción de salud y bienestar, con la construcción de paz.
Todos los seres humanos tenemos en común el origen uterino. Vamos del útero a la matriz relacional. Ese tránsito representa crisis, que, si son comprendidas y acompañadas, tendrán un devenir tranquilo y acompasado con la salud mental y el bienestar emocional de la sociedad.
Los invito a que volvamos la mirada, con admiración y asombro, al momento de nacer, ese rito de paso donde se expresa la grandeza de la oportunidad de la vida del ser humano.
Por: Natalia Aristizábal-Henao
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