La gran mentira: Estrés y felicidad

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Por: José Gabriel Baena
Hace mucho tiempo la psicología tradicional descubrió que los primeros sonidos que oye una persona al despertarse se le quedan grabados en la memoria buena parte del día y marcan el bio-ritmo de manera inconsciente, pero también, si se pone cuidado, infortunadamente consciente: los que tienen la mala costumbre de poner en su despertador o, peor, en su celular una canción favorita, se encuentran de pronto tarareándola a media voz a mediamañana, sin saber por qué. Ahora están recalcando que no se prenda de inmediato la tele en ningún noticiero, donde el panorama universal de guerras y desastres es el lugar común. Contra lo que digo aquí, hace poco cometí el error de hacer esto y una noticia por decir lo menos “bizarra” –como dicen los gringos- marcó mi jornada hasta que tuve que escribir este artículo para liberarme de ella. Sucede que en junio pasado un ex-asesor de economía de la Casa Blanca publicó un libro titulado “Rush: Why You Need and Love the Rat Race”, que se traduce libremente como “Tropel: Por qué necesitas y amas la carrera de ratas” –esta última expresión se refiere a la terrorífica competencia que deben liberar en los trabajadores en USA para mantenerse en sus puestos, bajo pena de ser volados y suplantados de inmediato si no rinden cada día como exigen sus jefes sin alma, y mucho más allá de las ocho horas normales, que en realidad se alargan a catorce si se cuentan desde el primer minuto en que el esclavo se levanta hasta que vuelve a casa a las ocho o nueve de la noche vuelto un guiñapo, sin darle tiempo a pensar sobre su condición, que no está contemplada en ninguna ley laboral. En suma, el libro del economista Todd Buchholz es un elogio desmedido del estrés laboral como el único camino hacia la felicidad personal, y sus argumentos delirantes condenan al infierno los estudios sobre la necesidad urgente y diaria que tenemos de sacar cada día un rato para darle al alma y al cuerpo un espacio de intimidad y de luz, como se predica en las prácticas del yoga y otras análogas.
Afirma Buchholz, según traduzco de la crónica de la BCC y retomo de algunas pocas reseñas en español, que “el estrés laboral mantiene nuestra mente ágil, nos hace sentir bien sobre nosotros mismos y nos ayuda a vivir más. Que la presión laboral de jefes despiadados es necesaria para hacernos creer vivos. Que necesitamos competir más y deleitarnos con el estrés. Que no podemos soñar con vivir un poco cada día en lo que él llama el hace mucho tiempo perdido Jardín del Edén y que nadie ha podido demostrar los méritos de frenar la marcha acelerada y trabajar en quinta velocidad y que el estrés es un signo de la evolución del hombre. Que el estrés más avanzado demuestra que la gente goza trabajando porque su ocupación promueve la interacción social con los colegas y es un refugio y olvido de las partes más dolorosas de sus vidas. Que cuando trabajamos cómo máquinas chinas nuestro cerebro libera dopamina como recompensa y esto nos hacer sentir bien: la recompensa no es el salario sino estar en la competición. Que la gente que trabaja más es la más feliz y, curiosamente, quienes no descansan ni sábado ni domingo, como los banqueros y los abogados en USA, viven bañados en felicidad y ganan más dinero, son sus propios e implacables y queridos jefes y esto los hace sentir valiosos y aumenta la autoestima a su vida. No necesitan ni quieren dormir ni irse de vacaciones porque cada segundo vale un dólar que se esfuma para siempre…”.
Pero inmediatamente después en el noticiero dieron cuenta brevemente de los numerosos estudios que se han hecho “sobre el estrés y sus consecuencias mortíferas en la salud de la persona, estudios incluso de la ONU a los que nadie les hace caso. Quienes dedican al trabajo más de 11 horas al día tienen 65% más riesgo de desarrollar males cardíacos que aquellos que trabajan entre siete y máximo ocho horas contadas. Que no es nada sano estar constantemente haciendo algo sin tener tiempo para reflexionar. Somos como máquinas formadas por muchas pequeñas piezas que no pueden durar para toda la vida. Y que la noción de que los abogados y banqueros que trabajan sin descanso son los más felices es un claro disparate”. Personalmente lamento divulgar este asunto que contribuirá sin duda al aumento de la esclavitud laboral. Al terminar, veo en una ventana de Internet que en España les han decretado a los maestros de escuela y profesores en general que dicten dos horas más de clase al día “porque no hay dinero para pagar docentes extra”. Esperemos que el ejemplo no cunda porque los profesores enojados, como están en España, sólo fomentan la educación de niños y jóvenes furiosos, algo nada recomendable para el Estado. Disculpen que me haya desahogado con ustedes y espero que los escasos tres minutos que dura la lectura de este artículo les brinden siquiera tres dólares espirituales.
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