Una reflexión sobre los aspectos ‘humanos’ que en la discriminación se manifiestan nos lleva pensar.
Primero: la persona que discrimina se mira como alguien superior y, al mismo tiempo, percibe a los demás como inferiores, en lugar de percibirlos como ‘distintos’. La ley del mayor y del menor, del bueno y del malo, es adoptada como la escala de acatamiento y de no-acatamiento para la existencia ciudadana.
Segundo: la mente humana se orienta a dicho comportamiento impulsada por formas de pensamiento que se derivan de determinados estereotipos ya raciales, ya académicos, ya religiosos, ya sociales, por solo citar estos. Unos u otros se involucran en ese veredicto. Por consiguiente: no se mira a la persona en sí misma; se la observa desde el factor que ha gestado la actitud discriminatoria. Además: la mirada hacia la persona que ha sido discriminada se distorsiona: no se la mira en su integridad humana sino en el rasgo de ella que causa el desprecio o la animadversión.
Tercero: el comportamiento discriminatorio hiere el derecho de igualdad en el medio social al que todos deben aspirar. Brotan ciertos gérmenes de segregación que paso a paso coartan el ejercicio de la libertad.
Cuarto: se coloca en la sombra del progreso y del crecimiento humano, ciudadano y social a la persona en su totalidad.
Quinto: la discriminación genera una sociedad segmentada. Los hombres que discriminan se fabrican sus propios cubículos de separación – muros de Berlín – ante el segregado. El riesgo está a las puertas: se vive mutuamente a la defensiva y a la ofensiva por parte de los dos bandos: el que discrimina y el discriminado. ¿No es esto una génesis de la hostilidad que a la violencia puede conducir? Múltiples episodios así lo corroboran.
Sexto: si es el tejido social quien discrimina, este atenderá con preferencia a unos grupos como merecedores de mejores condiciones mientras coloca de modo simultáneo a otros sectores humanos como si estuvieran constituidos por las personas de menor rango. Se está a la puerta de entender que las oportunidades para la vida no son las mismas en las esferas de campos laborales, o de la participación social, o del goce de los bienes y servicios o en las expresiones sociales de la cultura por solo acudir a estos ejemplos.
Buena medicina es acatar el antídoto de la discriminación: el respeto y la tolerancia.