“Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no la locura de los hombres”, dijo Newton, al ser víctima de una estafa.
Hace una semana llamé a saludar a un amigo muy cercano. Me comentó que estaba bastante aburrido porque el día anterior le habían robado su teléfono celular recién comprado. Me dijo que había caído en una especie de engaño en el que el ladrón le hizo creer, haciendo gestos de alarma, que tenía una llanta pinchada. Mi amigo pensó que tal vez era alguien que deseaba hacerle un favor, así que bajó el vidrio de la ventana del copiloto de su vehículo para preguntarle al hombre qué era lo que veía. En cuanto lo hizo, el supuesto buen samaritano metió la mano y rapó lo que pudo del asiento del copiloto. Así se llevó el móvil y, de paso, su confianza en la gente.
Entonces se me ocurrió contarle cómo fue que Isaac Newton perdió casi todo su dinero debido a una estafa. Resulta que, como he mencionado en otros artículos, existe cierto consenso en el mundo de la ciencia con respecto a que Newton ha sido el científico más brillante que ha existido. Desarrolló el cálculo infinitesimal, describió las leyes de la mecánica, de la gravitación y la descomposición de la luz, entre decenas de logros extraordinarios. Por eso uno se imaginaría que a la última persona a la que podrían estafar sería a él: el estandarte de la inteligencia humana.
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La historia es que, para el año de 1720, una empresa llamada la Compañía de los Mares del Sur comenzó a valorizarse y muchos compraron acciones pensando que iban a hacerse ricos. Los dirigentes de esa organización, sabiendo que pronto se iba a caer la ilusión, hicieron varias jugarretas sucias para seguir incrementando artificialmente el valor de las acciones. Newton, que había invertido una pequeña cantidad al principio del año y pronto la retiró, había salido contento con algunas ganancias. Pero cuando vio que el precio de la acción seguía subiendo, invirtió cuanto pudo. Eso fue a mediados del año. Para noviembre, las acciones habían caído a un nivel que los inversionistas no esperaban. El engaño les había funcionado. Cientos de personas perdieron los ahorros de sus vidas. Entre ellos, nuestro querido genio de la humanidad.
Luego del incidente, Newton dijo: “Puedo calcular el movimiento de las estrellas, pero no la locura de los hombres”. El detalle para resaltar aquí es que cualquier persona puede caer en un timo. No es cuestión de inteligencia. De lo contrario, Newton no hubiese perdido todo ese dinero.
Mi amigo se sentía culpable. Repasaba en su mente el hecho y se lamentaba de no haber tomado esta o aquella acción en el momento. La verdad es que no tenía oportunidad. Los delincuentes practican sus trucos tal como lo hacen los ilusionistas que vemos en la televisión. La diferencia es que en la pantalla sabemos que nos engañan y lo disfrutamos. Nadie se entristece por no saber cómo se hace el truco. En la vida real, ante un crimen, es normal que la víctima se sienta culpable. Y no sólo en un robo, sino en cualquier tipo de delito.
A pesar de que sabemos que una banda, con muchas horas de práctica, nos ha hecho daño de manera deliberada, nos es difícil quitarnos la culpa. Mi invitación es que recuerden que el delito es responsabilidad directa de quien lo comete, y la persona perjudicada es sólo una víctima. Imagínese querido lector: si alguien fue capaz de estafar y robar al más inteligente de la ciencia, ¿qué queda para simples mortales como usted o yo?
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