La contaminación les cuesta a los países avanzados, más India y China, algo así como 3.5 billones de dólares al año, representados en costos de cuidado de la salud y pérdida de vidas humanas.
No estoy hablando de árboles a los que les nacen billetes o frutos de oro, sino del valor que tienen los servicios que nos presta la naturaleza y de que se pueden cuantificar en dinero, el único lenguaje que muchos parecieran entender.
$1.6 billones le cuesta a Colombia la atención de casos por la mala calidad del aire anualmente
El historiador ambiental J.R. McNeill dijo: “si el monoteísmo judeocristiano sacó a la naturaleza de la religión, los economistas anglosajones (a partir de alrededor de 1880) sacaron a la naturaleza de la economía”. No es un misterio que muchos modelos simplistas ignoran deliberadamente la variable naturaleza.
Esto puede deberse, en gran medida, a que la economía se preocupa por organizar el uso de los recursos escasos, y la naturaleza no se considera escasa: el aire, el agua y el petróleo no se acaban. Obviamente esto es una falacia. Todo en este planeta es finito y muchos de los servicios que nos presta la naturaleza son irremplazables.
Un ejemplo que siempre me ha impresionado es uno que leí de la India. ¿Recuerdan la imagen del buitre del Libro de la Selva? ¿Un ave encorvada, de cuerpo café, con el cuello y la cabeza pelada y una garganta curvada? Pues resulta que hoy está en peligro crítico: más del 95 % de los individuos murieron en poco tiempo. ¿La causa? El diclofenaco, una droga que le dan a las vacas para aliviar el dolor de las articulaciones para que puedan trabajar más. Una vez estas mueren, los buitres comen su cadáver y mueren por la falla renal que les ocasiona la carne contaminada. Hasta ahora no he mencionado nada de plata. Pues no solo se perdió el importante servicio de limpieza que prestan: aumentó la población de perros ferales (para los cuales el diclofenaco no era tóxico) y, en consecuencia, se registraron 40 millones más de mordidas y 47.000 muertes adicionales por rabia. Se ha calculado que el costo de perder este servicio fue de 34.000 millones de dólares.
Naturaleza y PIB
Según informes de la OCDE, la contaminación les cuesta a los países avanzados, más India y China, algo así como 3.5 billones de dólares al año, representados en costos de cuidado de la salud y pérdida de vidas humanas. Estudios han calculado que los servicios que nos presta la naturaleza contribuyen al bienestar humano, en términos monetarios, más de dos veces el producto interno bruto global anualmente.
En Colombia no nos salvamos: se ha reportado que la atención de males por la mala calidad del aire le cuesta al país $1.6 billones al año.
¿Recuerdan la catástrofe que afectó a Mocoa en 2017? El Ministerio de Hacienda hablaba de transferencias por $40.000 millones para atención humanitaria. Seguramente se requirió mucho más. ¿Recuerdan que un barrio “se salvó” por un bosque nativo que lo protegió de la avalancha?
Por otro lado, algunos reportes han indicado que en Colombia se registraron 18 muertes al día por accidentes de tránsito y ocho por heridas por arma blanca en 2006. En contraste, solo en Bogotá, se ha hablado de 15.000 muertes relacionadas potencialmente con la mala calidad del aire entre 2010 y 2011, lo cual significa veinte muertes al día en promedio. ¿Cuánto le vale al país una población enferma que no puede trabajar? Ni hablar de las vidas (y con ellas los talentos) que se pierden.
La naturaleza no es cualquier variable sin valor que puede o no incluirse en los intentos por entender el mundo. Diría yo que es la variable. Por supuesto, muchos piensan que esto es una manifestación de extremismo ambientalista.
Esperemos a ver qué dirán cuando otros contaminen el agua que beben, cuando tumben el bosque que amarraba la ladera arriba de sus fincas de recreo, cuando sufran el efecto del diésel que creyeron no entraba por tener los vidrios arriba. Cuando tengan que repetir el año de estudio que, según algunas investigaciones, perderán por la mala calidad del aire que respiran (en términos de su impacto sobre la inteligencia cognitiva).
¿Seguirán creyendo que el dinero no crece en los árboles?