Las hermanas Katich, egresadas del Alemán y de la María Cano, son referentes en la fisioterapia antioqueña. La honestidad puesta al servicio del bienestar.
Por Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
“¿Cómo se llama esa amiga tuya, la flaca, con la que te mantenés siempre?”, le preguntaban a Andrea sus compañeras de la María Cano. “¿Beatriz? ¿Lina?”, les contrapreguntaba. “No, esa que es tu mejor amiga, la alta”, le insistían. Ella no caía. “¿Pero cuál, mi hermana?”.
Esa misma, la que le pagaba las fotocopias, la invitaba a comer pastel, con la que siempre “nos parchábamos juntas”. Nadya, su hermana mayor. Sus compañeras tenían razón, siempre ha sido su mejor amiga, sin importar que entre ellas haya ocho años de diferencia.
Fue Nadya (53 años), exatleta, campeona nacional de heptatlón en los ochenta, entre otros logros, la primera de la familia en incursionar en la educación física como licenciada del Politécnico JIC. De hecho fue profesora de Andrea (45) en el Colegio Alemán, del que ambas se graduaron.
Uno de sus énfasis fue la fisioterapia, y la menor se enamoró de la manera en la que su hermana abordaba esta especialidad.
A comienzos de los noventa, en Medellín no había facultades de fisioterapia. Cuando la María Cano anunció que abriría la suya -la primera en la ciudad-, Andrea se inscribió, pero su hermana le tenía una sorpresa: estudiarían juntas. Ella, la “chinche” de la casa, que rumbeaba y parrandeaba, estaría junto a la estricta y disciplinada. Pero la pasaron bien.
Hicieron la práctica juntas en el consultorio de Ana Mercedes Laverde, Anita, fisioterapeuta de reconocida trayectoria.
Esa fue la única vez que laboraron juntas. Luego de graduarse cada una hizo su propio camino, aunque siempre han estado unidas por cualquier motivo: entre ellas se recomiendan con los pacientes, se comparten instrumentos, técnicas, conocimiento. Andrea, en ocasiones, le presta su consultorio particular de la Clínica Medellín.
Son cómplices hasta en la fiebre por el DIM. Y pensar que Nadya fue seis años la fisioterapeuta del Nacional. Y hasta salió campeona con el club en 2005. “Me decían sandía” en el club donde con su profesionalismo marcó época.
Su empatía, su preocupación por sus pacientes, las han convertido en las favoritas de muchos que hallan en ellas la esperanza ante el dolor físico. Disciplinadas, generosas, juiciosas. Así son las Katich.