El padre Felipe Escobar la mueve en un tráiler por el centro de Medellín. La obra de los arquitectos Tomás Vega y Camilo Ramírez fue reconocida en la Bienal Colombiana.
Por Sebastián Aguirre Eastman / [email protected]
La vigésimo sexta edición de la Bienal Colombiana de Arquitectura y Urbanismo eligió el proyecto de la capilla móvil, diseñada para el padre Felipe Escobar por los arquitectos Tomás Vega y Camilo Ramírez -de la firma A5 Arquitectura-, como el ganador de la categoría Arquitectura efímera y de interiores.
El reconocimiento fue entregado la segunda semana de octubre en Cartagena.
La idea surgió en 2014, cuentan Tomás y Camilo. El religioso recorría desde hacía nueve años las calles de Medellín llevando su mensaje a habitantes de la calle, prostitutas, travestis, presos, desplazados. También les entregaba alimentos, diversión y recreación, para lo cual contaba con ayuda de voluntarios que se sumaban con apoyos económicos, de gestión y en especie. Pero su labor resultaba compleja, pues tenía que movilizar muchos elementos.
Una tía de Tomás, voluntaria, lo contactó con el padre, quien trabajaba como formador en el Seminario Mayor. Hoy es párroco en el barrio Enciso.
La propuesta consistió en diseñar una capilla itinerante que se pudiera transportar en un tráiler, similar a como funcionan los food trucks, y que el padre tuviera manera de almacenar y de transportar lo que requería para su labor social.
Con la bendición del papa
El proceso de diseño y fabricación -que estuvo a cargo de la empresa Obras y Montajes- estuvo suspendido hasta 2016 por diversos motivos, pero al conocerse que el papa Francisco vendría en Medellín, se reactivó el interés, más cuando se supo que el padre Escobar le hablaría al pontífice en La Macarena.
Se vincularon entonces proveedores y amigos, quienes de forma voluntaria sumaron esfuerzos para hacer realidad la capilla, que de haber requerido un presupuesto sería cercano a los 25 millones de pesos.
La capilla tiene un área de ocho metros cuadrados, con capacidad hasta para seis personas. Cuenta con una fachada iluminada en la que destaca una cruz. Los materiales utilizados fueron paneles termoacústicos, vitrales, acrílicos y unos pórticos metálicos, con un acabado de pintura de color cielo en el interior y naranja en mate en el exterior.
La capilla no fue vista por el papa, pero el padre Felipe pudo obtener de él la bendición para quienes lo reciben en cada rincón de Medellín.
“Con poco, logramos impactar a muchas personas”, cierran Tomás y Camilo.
La capilla móvil busca parqueadero
El padre Juan Felipe Escobar fue ordenado sacerdote en 2005 y desde entonces trabaja con habitantes de calle, compartiendo con ellos su mensaje espiritual y un chocolate con pan en las mañanas.
Al tiempo, empezó a intercambiarles armas y drogas por comida, cerca a La Minorista y la avenida de Greiff. Era una actividad al aire libre, por lo que muchas personas le sugirieron medir riesgos. Él no quiso dejarlo.
“Empecé a soñar con un carrito que tuviera una ventana para hacer las entregas; conseguí un tráiler en el que repartíamos comida, pero seguía sin tener lo soñado”, recuerda.
Aparecería luego la tía de Tomás y la capilla móvil tomaría forma. Allí lo tenía todo, hasta unas cantinas para guardar el chocolate. La llamó la Tienda del Encuentro, similar a las que organizaban los judíos para sus momentos espirituales.
En ella, el padre Escobar reúne a sus fieles, oran, les da de comer, les pone música y finalmente los invita a seguir los procesos de resocialización que las autoridades de gobierno tienen para ellos. “No alcahueteo la mendicidad, mi estrategia es anzuelo para los programas de rehabilitación social”.
Hace un mes la capilla no sale. Desde que el padre trabaja en Enciso, el tráiler está estacionado en el Seminario Mayor, pues no ha encontrado por su nuevo barrio un parqueadero donde este quepa (mide 5,35 metros de largo, 3,15 de alto y 2 de ancho), y que además se lo dejen lavar, pues el chocolate que reparte hace sus estragos.