Es indescriptible la alegría de los defensores del medio ambiente cuando encuentran alguna especie animal que se creía desaparecida. Del mismo nivel, la tristeza y el desconcierto por la extinción definitiva de otras especies.
Esta semana la ciencia nos dio una excelente noticia. Un grupo de ornitólogos locales y estadounidenses encontraron en una isla de Papúa Nueva Guinea un ave de la cual no se tenía noticia desde su primera descripción en 1882. ¡Estuvo “perdida” ciento cuarenta años! Se trata de la paloma faisán de nuca negra (de nombre científico Otidiphaps nobilis insularis), una subespecie de la paloma faisán endémica de la isla Fergusson, clasificada como “En Peligro” por la IUCN.
En uno de los videos que rota por los grupos de pajareros y por las redes sociales se puede ver claramente al ave. Es como una paloma grande a la que le gusta forrajear por el suelo de los bosques. “Es como encontrar un unicornio”, reportan los científicos, “de esos momentos con los que todo conservacionista y pajarero sueña toda la vida”. Otro video, igual de emocionante, muestra a un guía local en el momento en el que le dan a conocer las imágenes. Salta, aúlla y baila de la emoción. Y no es para menos. Me deberían ver a mí cuando veo un pajarito que no conocía o incluso uno que conozco bien pero que me gusta mucho, como un búho, un tucán, alguna rapaz o una cotinga.
La búsqueda de especies perdidas es una tarea a la que se han volcado muchos grupos alrededor del mundo. El tilacino o lobo de Tasmania (Thylacinus cynocephalus), uno de los marsupiales carnívoros más grandes de los que se tenga noticia, fue llevado a la extinción en 1936 por ganaderos –apoyados por el estado– que lo acusaban de acabar con sus animales. Aunque se han reportado avistamientos, no hay pruebas serias ni confiables de que el animal todavía camine por esas tierras.
En Colombia tenemos un ejemplo muy cercano. El montañerito paisa (Atlapetes blancae) es un pajarito del que no se tenía noticia desde los 70. Solo se conocían ejemplares conservados en colecciones ornitológicas. Un habitante de San Pedro de los Milagros creyó haberlo visto y desde entonces se han registrado avistamientos en varios municipios del altiplano norte de Antioquia. La Corporación Salvamontes tiene un programa muy bonito de conservación y de trabajo con comunidades y finqueros de los municipios donde se sabe que tiene presencia.
Otra historia –esta vez triste– es la del zambullidor colombiano (Podiceps andinus). Es la única especie de aves declarada oficialmente extinta en Colombia. Su extinción se atribuye, por lo menos en parte, a la introducción de trucha a los delicados humedales de los Andes orientales. Los últimos registros confiables datan de la década de los 70. Hoy solo se tienen ejemplares disecados.
En Colombia hay más de ciento cuarenta aves clasificadas con algún grado de amenaza. Súmele anfibios, reptiles, mamíferos, insectos… De algunos grupos se sabe poco, como, por ejemplo, las polillas. Muchas especies desaparecerán sin siquiera llegarlas a conocer. Otras quedarán en fotografías y pieles conservadas en algún cajón. Y en nuestros corazones la nostalgia, pero sobre todo la vergüenza de haber permitido que esto pasara. ¿Haremos algo para evitarlo?