Una cartilla publicada por la Editorial Voluntad se titulaba La alegría de leer. Incluía relatos cortos y algunas notas sobre los símbolos patrios colombianos. En ella leí, por primera vez, todas las estrofas de nuestro himno nacional. Fue de los primeros encuentros que tuve con la lectura.
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Un estudio adelantado por el Cerlalc (Centro Regional para el fomento del Libro en America Latina y el Caribe, organismo auspiciado por la UNESCO) para los países de habla hispana, estableció que, en 2023, España lideró la lista de aquellos lugares en los que las personas leyeron más (10,3 libros por persona), seguido por Argentina (5,4) y Chile (4,5). En Colombia, según la Cámara Colombiana del Libro, en el mismo periodo, los colombianos mayores de 18 años leyeron en promedio 3,5 libros.
Precisamente, a mediados de 2023, con un grupo de amigas del colegio, iniciamos un club de lectura, con reuniones mensuales (en la medida de lo posible y según la extensión del libro seleccionado). Ninguna teníamos experiencia en clubes de lectura, así que simplemente recurrimos a lo que nos fuera dictando el instinto, y a investigar un poco sobre la dinámica de este tipo de espacios. Definitivamente, hoy en día todo se puede encontrar gracias a Mr. Google.
Dentro de las indicaciones que encontramos, la principal fue: evitar que el club de lectura se convierta simplemente en una reunión social. En nuestro caso, es el principal reto, pues siempre hay temas extra-literarios para compartir. Sin embargo, luego de la respectiva actualización, nos sumergimos de lleno en el libro de turno. Otra recomendación es permitir la libertad para la lectura, al fin y al cabo no a todo el mundo le agrada el mismo género literario, por lo que el hecho de no leer un libro no debe ser obstáculo para perderse la reunión.
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Un libro puede convertirse en la puerta de entrada a un nuevo universo. Con las herramientas tecnológicas que tenemos a nuestro alcance, es usual desviarse de la trama principal, para investigar sobre los acontecimientos o personajes mencionados en cada obra. ¿Ese hombre existiría en la vida real? ¿Los hechos narrados realmente ocurrieron así? Son las preguntas que usualmente me hago, por lo que, cuando menos pienso, voy lejos de la lectura original, y al mejor estilo de la muñequita que habla en el Waze, hay que regresar, recalculando.
Gracias a María del Pilar Valencia (Instagram: @trajelasletras), quien nos ha acompañado en varias de nuestras sesiones, aprendimos, entre otras cosas, que un libro puede tener banda sonora, generando entonces la elaboración de una lista de reproducción (playlist) bien sea para acompañar la lectura o para escucharla en otro momento.
Así mismo, los libros pueden tener su propio recetario. En El penúltimo sueño, de la colombiana Angela Becerra, hay un personaje (una ancianita que sufre de Alzheimer) que recupera la memoria a medida que la protagonista le ofrece de comer platos típicos de la cocina colombiana. Y en Dispara, yo ya estoy muerto, de la española Julia Navarro, una de las mujeres prepara un pastel de pistacho, que hace que uno busque la receta para prepararlo el día de la reunión del club (aunque al final, por la complejidad de la fórmula, haya que conformarse con un helado de pistacho).
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¿Viajar a través de un libro? Por supuesto que sí. Algunos autores describen de manera tan magistral los lugares en los que se desarrollan las historias, que uno divinamente siente que ha visitado dicho lugar.
Hace poco, en su sección #LesTengoUnaHistoria, del programa Enblujeans de BluRadio, la misma María del Pilar compartió los beneficios de la lectura para mejorar la salud mental, dentro de los que se destacan:
- La reducción del estrés, de la ansiedad y de los riesgos de depresión.
- Combate la soledad.
- Previene el deterioro cognitivo.
- Mejora el sueño.
Con todas estas ventajas, ¿por qué no comenzar a acercarnos más a los libros y alejarnos un poco de las pantallas (llámese TV o celular)?
Con seguridad encontraremos muchas otras bondades, descubriremos frases para resaltar (aunque aún soy de la escuela que no es capaz de rayar un libro, solo con un portaminas y muy suavemente); referencias a otros títulos que pueden ir haciendo fila en la estantería y vivencias comunes a las compartidas por el autor.
En otras palabras: recuperemos esa alegría de leer.