El adicto quiere parar, hace la resolución de ponerle freno a su conducta, sacude su cabeza como quitándose algo de encima y vive unos segundos de su nueva vida abstemia. Después de unos momentos recapacita, su pie parece estar hundiendo un acelerador. “No tengo que ser tan radical”, dice, “debo saber manejar las cosas”. Retoma su adicción y descansa. Pero la frecuencia y la intensidad de su consumo lo desbordan nuevamente.
Señoras y señores, no hablo del perico ni de la marihuana ni del trago ni del juego. Me refiero a la adicción a las redes sociales, una de las más potentes que he visto en los últimos años, una que probablemente lo afecta a usted, a mí o a sus hijos.
Por qué no hacemos una pequeña introspección y revisamos nuestra relación con las redes sociales y el internet a la luz de tres criterios psiquiátricos, que se usan para identificar una pauta adictiva. Pregúntese: ¿es usual que me encuentre utilizando Facebook, Twitter, Whatsapp, Instagram u otras redes sociales con más frecuencia y por más tiempo de lo planeado? ¿Le he quitado tiempo a las relaciones sociales presenciales, al trabajo activo y creativo, a los hobbies o al aprendizaje por usar pasivamente redes sociales? ¿He hecho un esfuerzo consciente para reducir su uso y he fallado en el intento?
Algo que me llama la atención es que neurólogos y psiquiatras ya encontraron que la adicción a las redes sociales activa las mismas áreas del cerebro que sustancias tan tóxicas y adictivas como la cocaína, el alcohol o el éxtasis. En el escáner neurológico, la adicción a la pantalla de plasma genera lo mismo que la del pitazo.
Lo que no se ha dicho con contundencia es que sus efectos son tan nocivos como los de todas las adicciones: sufrimiento emocional, empequeñecimiento de la autoestima, deterioro de la plenitud en las relaciones, pérdida de la libertad personal y debilitamiento de la voluntad, bloqueo de la creatividad, evasión, mediocridad y sufrimiento. No olvidemos que todos los adictos sufren de ceguera y soledad.
Un interesante artículo del New York Times dice que Steve Jobs tenía serias dudas sobre el uso de los gadgets por parte de sus hijos. Estos no tenían iPad sino libros, y las horas de utilización de computador eran estrictamente reguladas. El hombre, por supuesto, la tenía muy clara.
Tan proclives como somos a la evasión y al letargo, las redes sociales son una oportunidad como ninguna para lograr el objetivo de morirnos en vida.
¿Qué explica entonces que estemos dormidos en los laureles? El simple hecho de que esta adicción tiene una aceptación social absoluta. Si en el paisaje de nuestra actualidad cambiáramos los smartphones o computadores por botellas de aguardiente o cigarrillos de marihuana, veríamos una imagen escandalosa. Pero en ambos paisajes las personas duermen mientras el tren los deja.
Lo invito a que haga un experimento: suspenda su uso de las redes por una semana, estoy seguro de que se sorprenderá. Después, póngale un límite estricto a su uso. Si no lo logra, busque un terapeuta.
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