Antes de su concierto en Medellín, hablamos con el cantautor Kevin Johansen, quien nos reveló detalles de su vida que han marcado su particular manera de hacer canciones
A pesar de estar en la ruta con su música hace muchos años, apenas ahora Kevin Johansen pasó por Medellín. Su show del 9 de mayo en el Teatro Pablo Tobón Uribe, junto a su banda The Nada y el caricaturista Liniers, fue una celebración total cargada de humor, alegría y calidez, que el público vivió como una completa novedad, a pesar de que Johansen ha cultivado y madurado su estilo desde hace más de veinte años. Un estilo que es producto de una experiencia de vida particular, que cifra inevitablemente su música.
“Mi madre fue la influencia más fuerte”
Kevin Johansen nació en Alaska en 1964. Hijo del norteamericano Kent Johansen y la argentina Marta Calvet, quienes se separaron cuando Kevin contaba con cinco años, fue educado casi totalmente por su madre, quien marcó su infancia y, por lo tanto, su música. “Ella resultó ser, como decimos nosotros, un bocho, que es cuando alguien tiene mucha cabeza y empieza hablando tres idiomas a los 16 años”, cuenta Johansen.
A raíz de su inteligencia, Calvet recibió una beca para estudiar en Boulder, Colorado, donde conoció a Johansen padre. Según el músico, su madre “pasó de ser una chica de clase media de Buenos Aires a convertirse en una mujer joven, independiente, feminista, socialista, latinoamericanista y bolivariana”, quien se burlaba “de la contradicción de casarse con un gringo. Como decía ella medio riéndose: ‘yo que soy anti-imperialista me caso con un yankee‘. Esa cosa graciosa”.
Esta mujer que “quería ser una cruza entre Violeta Parra y Joan Baez” fue determinante para la configuración de la personalidad de Johansen. “Imagináte tener una madre así, que rasgaba la guitarra bastante lindo, cantaba agudito como ellas. Tener a una persona así en el living de tu casa. Lo pienso y no lo puedo creer. Como una película lo veo”.
Con respecto a su padre, a quien Johansen describe como “una especie de Buda con Homero Simpson”, el músico comenta que “en su presencia-ausencia, de algún modo también lo influyó. Los recuerdos que tengo son buenos. Y recién, hace pocos años, él quiso retomar el vínculo, lo cual para mí fue muy importante y saludable porque yo quería que él lo hiciera”.
Trashumancia temprana
“Buscar en mi música lo compatible entre lo aparentemente incompatible parece que fuera mi tarea de vida”, asegura Johansen, para quien los límites de la compatibilidad, al parecer, son completamente distintos a los nuestros. Todo a raíz de tener al frente la diferencia, la dualidad, no solo con sus padres, sino con los caminos que, literalmente, tomó su vida.
El trabajo que tenía su padre como funcionario gubernamental, hizo que la familia se mudase constantemente dentro de Estados Unidos. “Se habla mucho de los viajes que hice”, dice, “pero en realidad en Estados Unidos es muy común viajar por trabajo, entonces las familias se mudan de un estado a otro e hicimos lo más evidente, que era mudarnos de Alaska en algún momento, donde viví solamente hasta los cuatro años. Por eso digo que tengo un recuerdo blancuzco de Alaska, literalmente”, concluye.
Estas mudanzas los llevaron por Colorado, Arizona y, una vez sus padres estaban separados, a San Francisco que era, en ese momento, según rememora el músico, “plena cuna del hippismo, del movimiento gay y de todas las etnias habidas y por haber -chicanos, latinos, asiáticos, etc.-”. En este ambiente, Calvet continúo educando a sus hijos -Kevin y su hermana Karina, quien es cuatro años menor-, hasta que en mayo de 1976 regresaron a la Argentina de la dictadura, donde, a excepción de un corto viaje a Montevideo donde su madre dio clase en una escuela británica, se radicaron después de tanto caminar.
La vida finalmente lo llevo en su adolescencia a Nueva York, donde comenzó a formar su identidad musical y gestó los primeros esbozos de su proyecto Kevin Johansen & The Nada, que finalmente, cuando regresó a Argentina a comienzos de siglo, le permitió consagrarse como uno de los artistas más originales de su país.
Ahora sí, hablemos de música
“Cuando yo vuelvo de Nueva York con ese disco -The Nada- bajo el brazo, todos recibieron muy bien lo que estaba haciendo, entonces empecé a armar la banda”, recuerda el cantautor sobre el momento en el que finalmente estaba por despegar su carrera. “Tocaban bien, tenían clara su música y a la vez el lenguaje universal del rock, pero conocían el tango y el folclore del sur, entonces empezamos y se volvió un fenómeno bastante rápido”.
Sin embargo, el punto de giro en su carrera fue cuando la canción “Down with my baby”, del disco Sur o no sur (2002) hizo parte de la novela Resistiré. “Nos volvimos un household name, como dicen. Un nombre de entrecasa”, cuenta. “De golpe pasar al mainstream, después de casi tres años de ser de culto y estar bien, tocando en lugares para 400, 500 personas, lleno siempre, muy lindo como iba creciendo, y de golpe estar en la tele”, comenta acerca de su proceso, que fue de paciencia, ya que el músico contaba con 35 años cuando lanzó Sur o no sur.
Con respecto a “Down with my baby”, rememora que le costó un poco “superar el hecho de que el primer hit era una canción cachonda en inglés. En realidad, a mí me costó meses solamente superarlo a nivel mental. ¿Por qué no pueden cantar en inglés? Si la música es el primer idioma como decía Youssou N’Dour”.
El éxito que le trajo Sur o no sur, finalmente representó un rompeolas para su carrera, ya que le abrió el mundo y lo llevó a tener una mayor presencia en el mercado español, donde el sello independiente catalán K.Industria, firmó el proyecto y le permitió tener un mayor despliegue en ese país, donde cuenta que “empezó a salir lo del des-generado, porque fue mi respuesta a los periodistas españoles, que preguntaban ‘¿pero qué género tío? ¿Qué género?’ ”
“Escribir con la presencia de la música”
Queda claro el origen del “des-generado” musical. El contexto de su niñez, su madre y una madurez marcada por el sur del continente, hace que Johansen, junto a sus inseparables The Nada, mezcle indistintamente el reggae, el rock, el pop, el tango, el ska, la milonga, entre muchos otros géneros, sin perder el estilo y la originalidad.
Sin embargo, hace falta clarificar el origen de la utilización particular y personal del idioma en sus canciones, que es tan fuerte y representativa como lo musical, tanto que Johansen comenta que “me gusta mucho decir que hago Word Music, sin la L, Música Palabra”.
El origen, como siempre, está en su madre. “Suena muy edípico, pero mi vieja era una mujer absolutamente leída, licenciada en Letras, y creo que fue la persona que, con la presencia de sus libros y la insistencia de ‘bueno, porque no te leés, ahora que tenés 13 años, un George Orwell, un Stevenson, un Cortázar, mitología griega, Borges’, me sembró el bichito”, cuenta.
El objetivo siempre, según el compositor, era “sorprenderla, hacerla reír y tener ocurrencias. Era un jueguito de ver cómo puedo sorprenderla a mami”.
Por otro lado, su escuela en Argentina tuvo un papel preponderante. “Tuve una actividad importante en un taller literario que fue muy bueno para mí, con gente muy talentosa que también incitaba al juego de palabras, al cadáver exquisito en ronda, a escribir cuentos cortos, poesía. Comenzar a escribir ahí fue muy importante, y enseguida desembocaba en la canción. Escribir con la presencia de la música. Ahí nació el gen de la canción”, asegura Johansen.
Johansen y el cancionismo latinoamericano
A raíz de su sonido tan latinoamericano y del inconfundible sello de autor, Johansen inevitablemente se inscribe en el nuevo movimiento de cantautores latinoamericanos, que desde diferentes discursos sonoros proponen una nueva estética sonora del continente.
Con sus pares se ha encargado de plantear, según su experiencia, nuevas visiones de cómo suena el cancionismo del continente actualmente. Él habla del Subtropicalismo, un guiño a los cantautores tropicalistas de la década del setenta, pero también un llamado a ponernos en contexto.
“Estamos al sur del Rio Grande do Sul y hablábamos mucho con -Jorge- Drexler, con Paulinho Moska y otros amigos de cómo el Brasil tropical es hasta ahí”, explica. Nuestra música “es una alegría de otro modo, más melancólico, más tanguero inclusive. Es una cosa geográfica y generacional”, comenta.
Pero el Subtropicalismo no es un mero guiño. “Hay un gran desafío”, dice Johansen, “romper el tema de la solemnidad, cantar sobre nuevas libertades. Sentimos la posibilidad de cantar sobre otras libertades, porque yo no puedo cantar ‘uy sí, la libertad, vamos ser libres y tratar de ser hermanos y la revolución y qué sé yo’. Eso justamente lo cantaron hace cuarenta años los que jugaban su pellejo”, declara este músico que, precisamente se caracteriza por mezclar el humor, con la sátira y un marcado sentido crítico.
“La creatividad, y la fiesta son la nueva protesta”, prosigue. “Las canciones de `profiesta´ sería la cosa. La fiesta debería ser la nueva forma de protesta, como decir que no nos van a joder, no nos van a quitar la alegría”, apunta.
“Una buena canción que te parte al medio es lo máximo”
Y dentro de la creación de sus canciones de “profiesta”, Johansen tiene muy claro cuáles son sus objetivos. “Para mi hay tres pilares de la música y la canción”, asegura. “La emoción que lleva a la reflexión, y en el mejor de los casos lleva al baile. Emoción, reflexión y baile es la sensación más completa que puede haber en una canción. No importa el orden”. Según Johansen, “una buena canción que te parte al medio es lo máximo”.
Y gracias a esa claridad, ha conseguido que sus conciertos transmitan casi de manera infalible estas tres sensaciones. “El mejor halago es cuando alguien te dice, además de que le gustó tal canción o tal disco, que le gusta mucho la energía que tenés, la onda que le ponés o la onda que tienen entre los músicos. Y me lo dicen mucho últimamente. Pienso que ese es mi mayor logro y me encanta”, manifiesta.
Después de andar el mundo con su gira con Liniers, vienen nuevos proyectos, que estaban planteados desde antes como el disco Tangos de Alaska, que Johansen presentará junto a la Orquesta El Arranque. Por otro lado, producto de la gira, Johansen cuenta que “hay muchas cellphone songs -canciones de celular- que también posiblemente sea un título venidero. Con los The Nada y tenemos la fantasía de hacer un disco retro, a la vieja usanza: ensayar tres meses y grabar dos semanas; en vez de ensayar dos semanas y grabar tres años como se hace ahora”, concluye mientras se ríe.