Dentro del institucionalizado orden de la música sinfónica de la ciudad, se llevó a cabo en días pasados un concierto donde se supo cuestionar el futuro musical de Medellín y del país.
La presentación de la Orquesta Filarmónica Joven de Colombia, que reúne jóvenes profesionales o en formación, guiados por figuras ya consagradas del ámbito internacional, ratificó su intención de convertirse en una de las agrupaciones más importantes de su tipo.
El concierto sobresalió por el numeroso y heterogéneo público que colmó el teatro, el cual reafirma la existencia de un grupo que integra y participa de forma activa de este tipo de eventos.
La presencia de Andrés Orozco Estrada –uno de los músicos nacionales más destacados en la escena musical extranjera–, hizo ver de nuevo un director noble y comprometido con devolver a los jóvenes intérpretes del país y a su público, lo mejor de su experiencia.
Es de resaltar la completa y abundante dotación de la Orquesta Filarmónica Joven, que puso en escena instrumentos poco comunes en este tipo de agrupaciones: dos arpas, marimba, celesta y dos juegos de timbales.
El programa incluyó obras poco ejecutadas en nuestro contexto. La inclusión de Escaramuza, de la norteamericana Gabriela Lena Frank, pone en primera línea el trabajo de mujeres compositoras.
El Concierto para Cello Op. 107, de Shostakovich, ejecutado por el canadiense Johannes Moser, dio muestra del aguante y concentración de la orquesta acompañante. Moser regaló, adicionalmente, un aparte de la Suite No. 1 para Violonchelo, de Bach, demostrando un sorprendente dominio de los diferentes estilos y técnicas de su instrumento.
Para cerrar el programa, La Consagración de la Primavera, de Igor Stravinsky, se ejecutó como pocas veces se había visto en la ciudad. En el transcurso de la obra, los músicos realizaron un performance que cautivó la atención de los asistentes. Sus gestos, salidos de todo contexto tradicional, se ganaron la atención de un público que percibió la asistencia a un concierto de música académica, como un espectáculo que asalta todos los sentidos, alejándolo de la segregante frialdad de la “escucha racional”.
Por fuera del programa, se escuchó la novena variación, “Nimrod”, de las catorce que componen las variaciones sobre un tema original Op. 36 del compositor inglés Edward Elgar. El acople de su interpretación, supo demostrar un agradable poder evocador.
Se augura a estas jóvenes promesas un honroso recorrido por las ciudades norteamericanas de Fort Worth, Dallas y Houston, por donde continuarán una gira internacional que hablará muy bien del talento nacional y del estado en que se encuentran algunas de las iniciativas de formación musical del país.
La atenta y ordenada producción logística del concierto, lograda gracias a una generosa financiación, invita a considerar una mayor inversión y administración del presupuesto para empresas culturales similares. Es así como se sientan precedentes que muestran cómo los frutos de un trabajo disciplinado y constante, traen para la ciudad y sus habitantes promesas de futuro diferentes a las que sugieren otras esferas de nuestra cotidianidad.
Si usted no pudo hacer parte del concierto reseñado, preste atención y no deje pasar próximas oportunidades.
*Sebastián Mejía es docente e investigador de Eafit, egresado como músico percusionista y musicólogo de la misma universidad. Apasionado estudioso, libera su discurso de las aulas del mundo académico para comunicar personalmente experiencias musicales de ciudad. Espera contribuir con su opinión a la construcción de un ambiente musical de la ciudad cada vez más amplio y abierto.