Por Catalina Peláez
¡Y ocurrió un gran milagro! Cuenta la historia del pueblo judío que durante el siglo segundo a.C, Israel estaba ocupada por los griegos selúcidas quienes comenzaron a imponer el helenismo a los judíos, y les prohibieron seguir con sus tradiciones y costumbres. Aunque un grupo se acomodó al mandato, otro, conocido como los Macabeos, se rebeló negándose a realizar actos que fueran en contra de su religión. Tras una lucha que duró años, y luego de expulsar a los griegos, los Macabeos volvieron al Templo de Jerusalén, lugar donde presenciaron el milagro tal como lo establece la tradición: cuando buscaban aceite sagrado para encender el candelabro del Templo, encontraron un tarrito con dicha sustancia, cuyo contenido solo era suficiente para encenderlo por un día, sin embargo, el milagro se produjo y el aceite ardió no uno sino ocho días.
Como la tradición ha perdurado hasta nuestros días, el 6 de diciembre los judíos del mundo dieron inicio a la fiesta del Jánuca y encendieron la primera vela de un candelabro con ocho brazos (janukiá) que contiene en el medio otra vela llamada shamash con la que se encienden las demás. Ese día, la comunidad judía de Medellín, nos abrió las puertas de su lugar de reunión y conocimos algunas de sus tradiciones y con ellos fuimos nuevamente testigos del milagro de la luz. “De todas las festividades judías, el Jánuca permite invitar personas de otros lugares, no necesariamente judíos. A diferencia de la mayoría de nuestras festividades, el origen de Jánuca no está en el Pentateuco que es lo conocemos como el Libro de la Ley (Torah)”, explica Michael Lacher, líder religioso de la comunidad judía de Medellín.
“Un milagro grande pasó allá”
Durante los ocho días de la celebración de Jánuca, se enciende una vela hacia el atardecer. Así sucedió en el gran salón donde nos encontrábamos reunidos. Una vez fue encendida esa primera luminaria, del gran candelabro ubicado en una tarima, un hombre judío recitó una pequeña oración y posteriormente la mayoría de los asistentes entonaron la canción más famosa de la festividad conocida como Maoz Tzur, ésta, aparte de agradecer por la existencia, habla de la redención. Los más viejos, con la kipa en sus cabezas (casquete redondo que los judíos practicantes llevan en los actos religiosos), la cantaron de memoria. Mientras que los más jóvenes lo hicieron siguiendo la letra impresa en una hoja.
En el espacio amplio y con decoración acorde a la festividad, estaban ubicadas al rededor de 20 mesas, en las que de manera descomplicada y sin mucho protocolo estaba sentados los adultos, algunos desde las sillas jugaban con los niños tirando el dreidel o sevivon, un trompo de cuatro caras que suele tener escritas cuatro letras en hebreo que son un acrónimo de la siguiente frase: “Un milagro grande pasó allá (en Israel) o aquí (si se está en ese país). Estos trompos hacen alusión al tiempo en el que los griegos prohibieron a los judíos estudiar la Torá, pero ellos (los judíos) continuaron haciéndolo y para disimularlo usaron trompos de manera que sus opositores creyeran que estaban jugando.
Las festividades del judaísmo van asociadas a determinados alimentos y platos su consumo no corresponde solo a una tradición, sino que tienen carácter simbólico y ritual. El Janucá simplemente no sería lo mismo sin los latkes y donas conocidas como sufganiot. Los latkes, corresponden a una receta tradicional judía en la que se utiliza una pasta de papas. “Nuestras fiestas tienen un simbolismo que también se ve en los alimentos que disponemos en la mesa. Como esta fiesta se celebra alrededor del mundo, en lugares donde están en la estación más fría del año – el invierno – entonces se consumen el aceite y el dulce de las donas como alimentos calóricos. El aceite de freír también hace alusión a ese milagro que ocurrió”, cuenta Adriana Cooper.
Aunque a menudo se refiere al Jánuca como la Navidad judía, lo cierto es que esta festividad es mucho más antigua que la Navidad católica. Desde su significado espiritual, en el Jánuca, se canta y se leen textos que hablan de la importancia de que cada persona sea luz. “Algunos sabios dicen que cuando hacemos buenas acciones, nuestra alma se convierte en una luz capaz de expulsar la oscuridad del mundo y de esparcir buena energía”, concluye Adriana Cooper.
Sila de Chamah, Cesar Chamah
Valerie Pinto, Mauricio Pinto, Nicole Pinto
Ariella Cooper
Estela Farberoff, Sofia Horowitz
Eva Glottmann de Manevich, Yael Manevich, David Manevich
Grace Manerich, Arie Eidelman
Koral Shayak
Leon Manevich, Grace Manevich
Luciana Fischman, Victoria Fischman, Leandro Fischman, Lucas Fischman
Marianela Cano, Koral Shayak, Daissy Matallana
Patricia Restrepo, Sigal Legher, Jack Legher
Sara Jaramillo, Santiago Jaramillo
Sofía Martínez, Paulo Martínez, Valeria Martínez, Liora Cooper