Aunque se siente sobre el escenario junto a cerca de 65 instrumentistas y el maestro Francisco Rettig dirija su interpretación, habrá momentos en el concierto del próximo sábado en los que Jaime Martínez, oboísta principal de la Orquesta Filarmónica de Medellín, tenga una sensación de desnudez. En específico, cuando como solista pase al frente del Teatro de la Universidad de Medellín para tocar el Concierto para oboe de Mozart.
”Lo toco desde que tenía 15 años, pero cada vez que lo voy a hacer es como si fuera la primera vez y descubro cosas… es infinita la música de Mozart, en su aparente sencillez al oído. Hay una exigencia técnica muy grande. Es como tocar sin ropa”, describe el venezolano, refiriéndose en parte a los momentos en los que el acompañamiento de la orquesta se reduce, hasta dejar que el oboe haga sus melodías con claridad y en solitario.
Cerca de 40 años después de esa primera interpretación, Jaime sabe qué es lo que le faltó la primera vez que tocó el concierto: “La música tiene una continuidad, pero es muy difícil tener una consciencia de esa continuidad cuando se tienen 15 años. La tragedia, la vida del compositor, lo existencial… hay todo un mundo alrededor de Mozart que es maravilloso, que lo empiezas a formar cuando llegas a la madurez”.
Este retador concierto se escuchará el sábado 8 de octubre junto a la Obertura Leonora n°3 del alemán Beethoven y la suite sinfónica Scheherezade, del ruso Rimski-Korsakov, en un nuevo concierto de temporada de Filarmed. La presentación se hará en el Teatro de la Universidad de Medellín a las 6 pm., con charla previa a las 5 pm.
Una vida en búsqueda de lo popular
Jaime está desde agosto del año pasado en la orquesta, y su recorrido en el mundo de la música ha sido grande y fructífero. Empezó de 11 años, cuando su padre Juan Martínez Herrera creó la primera orquesta infantil de Venezuela en Carora, su pueblo natal. “El oboe no era tocado por venezolanos, hasta que llegó mi padre y fundó en en el año 74 la orquesta. Esa fue la génesis del sistema de orquestas tan famoso hoy”, recuerda Jaime.
Para elegir qué instrumento quería tocar, el padre de Jaime le mostró un instrumento “con muchos botones”. Al músico le pareció que podría ser difícil, pero pidió escuchar cómo sonaba. Dice Jaime: “Él tenía una colección de discos de las sinfonías de Beethoven con la Filarmónica de Berlín. Me puso la Quinta sinfonía: cuando yo escuché la primera cadencia del oboe quedé enamorado del sonido. Es un momento que veo como providencial, recuerdo que dije: “A esto es a lo que me voy a dedicar en la vida”.
El oboísta comenzó sus estudios con el chileno Hernán Jerez, que unió esfuerzos con el padre de Jaime para consolidar el sistema de orquestas. Con él estudió en Carora y en Caracas, y a los 17 años se fue a París y fue se formó en el Conservatorio Nacional Superior de Música de esa ciudad.
Según Jaime, “incluso cuando tocamos música clásica hay una información cultural latinoamericana que se expresa en la ejecución de nuestras melodías”. Cuando estaba en París el oboísta, junto a otros músicos latinoamericanos, comenzó a explorar los sonidos de los instrumentos académicos en la música popular, y es considerado un pionero de la introducción del oboe en la música popular venezolana y latinoamericana.
“Reflexioné que el oboe es el instrumento barroco por excelencia. Nuestra cultura es muy barroca, ese es su origen, pero nosotros lo adaptamos a nuestra idiosincracia, al contratiempo, a la síncopa, que es tan energética del trópico, entonces el oboe funciona muy bien en la música popular”. El oboísta recuerda que creció entre el folklore de su pueblo y de la música clásica.
En el 85 volvió a Venezuela y se encontró con otros músicos con los que continuó este camino: “Había una barrera impuesta socialmente por los académicos. Nosotros empezamos a mezclar instrumentos indígenas con académicos, como tiple y maracas. Hoy en Venezuela ya no existe una barrera entre lo popular y lo académico”, asegura.
“Nosotros tenemos que asumir la responsabilidad de la música nuestra. Tenemos una riqueza musical en latinoamérica infinita e indescriptible. Hay que tener también industria musical, para grabar y producir, y cobrar por estas producciones nosotros, y no los europeos, como hasta ahora sucede”, apunta el oboísta.
Jaime declinó un contrato de por vida en Bilbao para venir a ser el oboísta principal de la Orquesta Filarmónica, porque dice que le afectan los fuertes inviernos y Suramérica lo llama. “Me sorprendió el nivel de la Filarmónica de Medellín. Aquí tienen universidades muy serias, con estudiantes con mucho deseo de aprender y una energía impresionante. La orquesta ya está haciendo música popular, y yo creo que la orquesta latinoamericana que tome las riendas de nuestra música es la que va a ser reconocida a nivel internacional”, comenta el intérprete.
Cabe recordar que a finales de septiembre se conoció que la Orquesta Filarmónica de Medellín fue nominada al Grammy Latino en la categoría Mejor álbum de tango, por su disco Gardel Sinfónico, en el que participó el oboísta como músico invitado.
Hace poco el músico comenzó a enseñar en un programa para estudiantes destacados de la Universidad Eafit. “Yo vine aquí a entregar y aportar el mejor momento de mi carrera, que es el momento de mi madurez. Espero que hagamos de Medellín un centro de enseñanza del oboe de gran importancia internacional”, resalta.