Pero en Ramón no resulta extraño, porque a simple vista parece un tipo optimista y descomplicado que se toma la vida así, aunque sepa picante. Es más, cuando comparte una de sus canciones uno descubre que en realidad Ramón más que un artista es un niño crecido, que sueña, juega, y disfruta de lo que hace, con la frescura y transparencia de la infancia.
Paseo por Italia
Embriagado por el sueño de la música, Ramón cruzó el mar para vivir en un país igualmente embriagante como es Italia. Con la ilusión flameándole el corazón, soportó las penalidades de ser un extranjero más en el Viejo Continente. “Hubo una época en que viví en la calle. Me despertaba debajo de un puente y me iba a tocar para conseguirme el desayuno”. Confiesa que eso produce callo, confianza, amor propio. Pero lo más bonito, dice, fue que subsistió solo con música propia. Para ese entonces Ramón era músico inexperto, que por capricho aprendió a hacer música sin tocar un solo cover. Así que por obligación y necesidad tuvo que tocar canciones originales.
“Eso fue muy duro porque yo descubrí que más allá de la tenacidad y empeño, se necesita madurez y entonces me confrontaba”. Deambulando por las calles de la legendaria Roma, y apreciando músicos muy talentosos que tocaban por monedas, Ramón se decía: “Es que a usted sí le falta mucho. Mire que no es capaz de asociarse con algún músico para que lo acompañe con otro instrumento”, porque si uno es bueno, otros músicos se unen y juntos pueden subsistir varios días, reconoce.
Pero además de revelaciones también encontró alegrías a la vuelta de la esquina. Ramón nunca desfalleció y eso lo llevó a un festival de música étnica donde cantó algunas canciones de su autoría, que a pesar de ser ingenuas, le permitieron ir ganando confianza. “Son cosas que solo pasan cuando uno está en contacto con la calle”, anota. Pero lo más importante fue que pudo vivir de la música -entre comillas- y descubrirse a sí mismo.
A qué le canta
A fuerza de insistencia y de una voluntad férrea, Ramón fue convenciendo a los amigos primero, luego a los demás y paso a paso, con el tiempo, fue formando el proyecto “Hay en mí”. Una propuesta que nació como un juego de cantar y componer y terminó convertida en una pequeña empresa personal, donde el producto resultó música para compartir.
En este trabajo Ramón le canta a la alegría de lo cotidiano y al asombro de lo sencillo. En sus canciones se aprecia un estilo minimalista donde los elementos acústicos se combinan con ingredientes electrónicos suaves. Su voz como su música conducen las melodías como un río transparente y refrescante. Es fácil dejarse seducir por las letras que hablan de momentos casuales y de gente normal. La suya es una invitación a explorar la cotidianidad con otra mirada, ligera y serena. Un pop fresco para sentirse bien y apreciar cada situación con gozo. Al hablar de su estilo, Ramón confiesa que hace pop electrónico, dentro de un movimiento que es el Neoandinismo, que retoma los elementos culturales autóctonos como sello de identidad artística latinoamericana. Las 11 canciones del álbum “Hay en mí” fueron compuestas entre 2000 y 2004. El criterio de selección, explica Ramón, fue simplemente que las sentía más maduras para dejarlas ser. Caramego, músico local, realizó la producción y en palabras de Ramón “le dio el toque electrónico y el “color” al disco”.
El problema de ser todero
Como buen catador de sensaciones, Ramón ha descubierto con su primer trabajo en solitario, que producirse de forma independiente trae beneficios, pero también es un poco riesgoso, porque hay que confiar en la música, y dejar que vuele sola. La primera prueba a superar fue llegar a una madurez artística, pero confiesa que lo más difícil es generar la plata para sacar un producto con la misma música. “El mayor obstáculo en Medellín, es encontrar patrocinio. Y por eso es necesario que los artistas independientes se unan y se apoyen”, reconoce. A pesar de eso Ramón dice que está viviendo en un 70% de la música.
“Los frutos los da el trabajo, esa es la recompensa, y uno no se puede dejar defraudar porque no haya plata o reconocimiento. Pero sobre todo hay que disfrutar del trabajo porque no se puede dejar que se vuelva horrible hacer una canción”.
También dibujante a lapicero
La creatividad de Ramón no conoce límites. Hace 8 años lo picó el bicho de la pintura y se dedicó a dibujar en lapicero. “La idea salió de la economía de la técnica”. Confiesa que siempre le gustó el contraste del papel con la tonalidad brillante que dan los colores de los lapiceros.
Las formas de sus obras son redondeadas, con cierto toque cubista pero reconoce que no es intencional. “Los trazos son formas que se van creando orgánicamente dentro de uno. El movimiento del dibujo son cosas que se van definiendo de manera caprichosa”.
Al igual que con la música, Ramón reconoce que es el hábito el que le exige más trabajo. Además que el placer de la obra terminada le crea la necesidad de entregarse a dibujar. En un cuadro de 2 x 1 metros se puede gastar 3 ó 4 lapiceros y hasta una semana.
Con una sonrisa pícara Ramón confiesa que estos dibujos lo están llevando a una exposición. Ramón tiene en la actualidad cerca de 400 dibujos a lapiceros en tamaño carta y 30 en gran formato.
Aquí puede bajar unos de los temas del álbum “Hay en mí” de Ramón.