Investigadores eafitenses estudian los efectos de modelo que beneficia a familias agricultoras

La Universidad lidera una investigación sobre la factibilidad y los efectos de Comunidades que Sustentan la Agricultura (CSA), que conectan a campesinos con consumidores urbanos.

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De acuerdo con el Informe de la Misión para la Transformación del Campo, elaborado por el Departamento Nacional de Planeación, el 69 % de la población que habita en zonas rurales en Colombia vive en situación de pobreza. 

Además, una familia campesina gana, en promedio, solo un tercio de lo que gana una familia urbana. 

Ante esta realidad, las Comunidades que Sustentan la Agricultura (CSA) surgen como una alternativa solidaria que une directamente a familias campesinas con consumidores urbanos (llamados coagricultores en esta iniciativa), promoviendo ingresos justos, alimentos limpios y prácticas sostenibles. 

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Además de ser parte activa de esta experiencia, Carolina Alzate Gouzy, posdoctoranda en Eafit con el programa Orquídeas del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y cofundadora de la Red CSA Colombia, lidera una investigación que estudia la factibilidad y los efectos de este modelo de economía solidaria a partir de cuatro estudios de caso: dos en el Valle del Cauca y dos en Támesis, Antioquia. 

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El objetivo de la investigación —en la que Carolina cuenta con el apoyo de Manuela Guevara, joven investigadora, y la tutoría del profesor Juan Carlos Muñoz, de la Escuela de Finanzas Economía y Gobierno de EAFIT— es generar conocimiento científico que contribuya a la formulación de políticas públicas que integren el campo y la ciudad desde una perspectiva agroecológica. 

Entre los principios que promueve el modelo de Comunidades de Soporte a la Agricultura (CSA) están: pasar del precio al aprecio en el consumo de alimentos, la reducción del desperdicio de vegetales comestibles, el respeto a la estacionalidad de la producción y la confianza recíproca entre agricultores y coagricultores.
Entre los principios que promueve el modelo de Comunidades de Soporte a la Agricultura (CSA) están: pasar del precio al aprecio en el consumo de alimentos, la reducción del desperdicio de vegetales comestibles, el respeto a la estacionalidad de la producción y la confianza recíproca entre agricultores y coagricultores.

Los primeros hallazgos de la investigación muestran que las CSA ofrecen alimentos que no se encuentran en los mercados convencionales de Tuluá y Medellín, y que los valores en esos sitios superan el 10 % comparado con el valor de la suscripción a la iniciativa. 

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Quienes participan activamente en los espacios de intercambio y encuentro de las CSA desarrollan un fuerte sentido de pertenencia y conciencia, lo que influye en su permanencia en la comunidad. 

La diversificación de cultivos en las fincas, además, ha generado beneficios inmediatos tanto en la alimentación de las familias urbanas como en la de las propias agricultoras, transformando positivamente sus dinámicas de producción. 

Una red que une el campo y la ciudad

Este modelo, nacido en Japón en los años 70 bajo el nombre Teikei, propone una alianza directa entre agricultores y consumidores para compartir alimentos frescos, agroecológicos y cultivados sin intermediarios. 

En Colombia, las CSA comenzaron a florecer en 2020 y hoy conforman una red creciente de colaboración, conciencia ambiental y economía solidaria.

Actualmente, existen 18 CSA activas en el país, que benefician a 45 familias agricultoras y más de 350 familias urbanas. Estas alianzas permiten cultivar una diversidad de más de 150 especies alimenticias y promueven la conservación de la biodiversidad. 

En departamentos como Antioquia, Valle del Cauca, Risaralda y Cundinamarca, las CSA ya no solo se entienden como una práctica de consumo, sino como una acción política y ética que construye comunidad.

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