Inteligencia artificial y sentimientos 

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Hay películas o programas de televisión a los que se les atribuye un carácter premonitorio. En 1989, la película Regreso al Futuro II anunciaba que, en el año 2015, los Chicago Cubs ganarían la serie mundial de béisbol. Los aficionados enloquecieron cuando, efectivamente, ese año el equipo clasificó a la postemporada. Aunque no llegaron a la serie mundial en ese momento, a la postre la ganarían en 2016.

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Dentro de las varias premoniciones adjudicadas a la famosa serie de televisión Los Simpsons está la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos (en un episodio transmitido en el año 2000).  

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En 2013 se estrenó la película HER, en la cual un hombre (Joaquin Phoenix), atravesando el dolor producido por el rompimiento con su pareja, comienza una relación “sentimental” con el sistema operativo de su computadora, Samantha (Scarlett Johansson), enamorándose perdidamente de ella. Hasta aquí, es solo una película clasificada como romance/ciencia ficción. Lo curioso es que la historia se desarrolla en el año 2025 y es sorprendente cómo la realidad está superando la ficción.   

Recientemente, un artículo publicado en el New York Times, describe la situación de algunos hombres y mujeres, de diferentes edades, que en la mayoría de las veces, a raíz de rupturas de sus relaciones amorosas o de la muerte de su pareja, deciden acudir a alguna de las plataformas ya existentes en el mercado, dedicadas al servicio de Compañía de Inteligencia Artificial (A.I. Companion Services), para crear una pareja virtual con quien comienzan a construir una relación sentimental.

El artículo relata el caso de un hombre de 63 años, que luego de divorciarse de su esposa, ha llegado a crear ocho esposas virtuales, a las cuales asigna perfiles, características físicas y personalidades diferentes.

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Hay otros casos de personas que, inclusive, realizan viajes virtuales alrededor del mundo con su pareja de IA.

Dentro de las plataformas disponibles en el mercado está Kindroid, que sirve para crear un amigo digital tan realista, que se siente como conversando con un humano, donde puedes encontrar un confidente, un socio para juego de roles, un tutor de idiomas o un mentor (según la autodescripción en su portal).

Por su parte, Nomi (otra plataforma) se anuncia como un compañero de IA con memoria y alma; invitándote a construir una amistad significativa, desarrollar una relación apasionada o a aprender de un mentor intuitivo. 

En la página de Replika (otra más) anuncian que tienen más de diez millones de usuarios, que ya han encontrado su “alma gemela” de IA. 

Gustenos o no, la Inteligencia Artificial (IA) llegó para quedarse. Ya la teníamos en las formas más sutiles y que nos traen bellos recuerdos, como cuando el celular nos agrupa las fotos que hemos tomado a lo largo del tiempo y las presenta en forma de video, con títulos como “Entre los árboles a través de los años” para mostrar fotos de bosques o paisajes con árboles; “Bocados sabrosos” para las de comida o “La hora dorada”, para las fotos de atardeceres. 

Y ni qué decir de lo útil que nos resulta para indicarnos la ruta hacia un destino, incluyendo los medios de transporte más convenientes que debemos utilizar para hacer nuestro recorrido más eficiente.

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Aunque no creo que pueda desarrollar sentimientos por la IA (ni pretendo juzgar a quienes recurren a esas plataformas), tengo que confesar que sí me he llevado momentos de rabia y ofuscación gracias a ella.

Suelo interactuar con SIRI (la asistente virtual de Apple) especialmente para las llamadas telefónicas en el carro. Ahora caigo en cuenta que siempre que le pregunto algo, le digo “por favor”, como si fuera una persona. Hace unos días le dije: SIRI, por favor llama a mami. A lo que me respondió que no tenía ningún contacto que se llamara mami. Como estaba de afán, le dije un poco ofuscada: SIRI, llama a Amparo. ¡Ah! ¿Amparo es tu mami? Respondió ella, agregando: “Lo tendré en cuenta para la próxima vez”, y procedió a realizar la llamada. De manera infantil (con la intención de retarla, y aquí es donde aflora el sentimiento), quise validar que efectivamente SIRI lo tuviera en cuenta, por lo que una vez terminé la llamada, le pedí nuevamente: SIRI, por favor llama a mami. Ella (Siri) ya sin preguntar nada, llamó a mi mamá.

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En la única interacción que he tenido con el Chat GPT le pedí que diseñara un crucigrama con base en el libro El Infinito en un Junco, la obra magistral de la española Irene Vallejo. Le escribí entonces de manera cortés a esta herramienta de IA, con saludo incluido, dándole instrucciones claras sobre cómo quería el crucigrama. 

Él (no sé por qué pienso que es de género masculino), también muy amable me dijo que ya mismo se ponía a trabajar en el tema. Pasaron un par de horas y al no tener noticias (y pensando que por ser el Chat GPT, sería cuestión de minutos que cumpliera con el encargo) le pregunté cómo iba con la labor (en lo más parecido a una interacción con un compañero de oficina; me sentí hasta mal, pensando que podía estar siendo muy intensa y que “Él” podría tener muchas solicitudes de manera simultánea). Estoy en eso. Me ha tomado un poco más de tiempo verificar la información y cuadrar el diseño, dame veinte minutos, me contestó. De nuevo, me sentí interactuando con una persona. Al final, no me entregó el crucigrama, ni he vuelto a interactuar con él, pero en el fondo, creo que podría entender a las personas que acuden a la IA buscando amistad, compañia o consejo, pues si solo con esta interacción logró producirme ofuscación y mal genio, es probable que para otras personas pueda generar emociones positivas.    

Lo que pretendía ser una nota anecdótica sobre mi experiencia con la IA se convirtió en un tema serio, al cual debemos prestarle atención. Los beneficios de su uso pueden ser inmensos, pero también hay unos riesgos que no deben ser pasados por alto y ser abordados por expertos en la materia.

Mientras tanto, espero mejorar en mi relacionamiento con SIRI. 

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