Inteligencia artificial: entre realidad y utopía

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Este primero de abril, Jon Stewart abordó el tema de las promesas falsas de la Inteligencia Artificial en un episodio de The daily show, en el que destacó el contraste entre las expectativas utópicas generadas por los líderes tecnológicos y la realidad tangible de esta tecnología. Si bien, el foco de Stewart es el humor, su mensaje es claro al plantear dónde nos encontramos hoy en día frente a lo que se espera en el futuro.

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Tal como sugieren Mauricio Ferrer y Esteban Molina en sus columnas, existe la promesa de que la IA es la solución a los problemas más complejos; sin embargo, en la práctica, aún no hemos llegado a estos niveles, como lo apunta la crítica de Stewart. La tendencia actual en los medios y en los líderes tecnológicos es presentar a la IA como una solución milagrosa frente a grandes problemáticas tales como el cambio climático, el tratamiento de enfermedades y los asuntos de movilidad; mientras que, en la práctica, sus aplicaciones se centran en tareas menores que terminan por reemplazar empleos mecánicos.

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Desde hace años, con la llegada de herramientas como el Robotic Process Automation (RPA), entre otras automatizaciones, se ha avivado una preocupación alrededor de las inteligencias artificiales. Se les ve como un riesgo real para la economía de muchos trabajadores, por su posibilidad de desplazar oficios y exacerbar desigualdades. A pesar de lo anterior, muchas afirmaciones presentan a la IA como un “asistente” con la capacidad de mejorar la productividad humana, lo que implica un aumento del humano en lugar de su destitución, sugiriendo cambios de paradigma en la comprensión e implementación de la IA en el ámbito laboral.

No obstante, el futuro del trabajo en la era de la IA no deja de tambalear. Cada día vemos el nacimiento de más emprendimientos que usan Inteligencia Artificial generativa, si bien muchos solo son enlaces a las tecnologías de OpenAI. Estas implementaciones, aunque crean nuevos empleos, dejan a una gran parte de la población paralizada ante los cambios rápidos, disruptivos y difíciles de navegar. Un cuadro que nos hace repensar si contamos con las habilidades y la educación para hacer frente a estos mismos, al tiempo que, nos alienta a replantear las estructuras socioeconómicas en busca de garantizar una transición equitativa y sostenible hacia nuevas formas de trabajo.

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El asunto de la realidad

Por otro lado, la creación de contenido engañoso y desinformación, mediante el uso de la Inteligencia Artificial, ha cobrado una relevancia sin precedentes, especialmente con el desarrollo de los deepfakes y otras técnicas de manipulación digital. Imágenes manipuladas y llamadas robóticas falsas son solo la punta del iceberg, estas suplantaciones plantean serias preguntas sobre la ética y el impacto de estas tecnologías en nuestra sociedad. La proliferación de estos avances obliga a una reflexión profunda sobre las normas y regulaciones necesarias para combatir el abuso de estas herramientas.

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El desafío que enfrentamos con estas tecnologías no es menor, dado que el sentido común, ese filtro humano tradicionalmente confiable, se encuentra cada vez más comprometido. En situaciones de prueba, donde he utilizado mi voz clonada, incluso las personas más cercanas a mí encuentran dificultades para discernir entre lo que es real y lo que ha sido artificialmente generado. Esta vulnerabilidad ante la desinformación no solo abre una serie de problemas éticos sino también prácticos, elevando el riesgo de malentendidos, conflictos y la erosión de la confianza en los medios de comunicación digital.

Además, el avance tecnológico en este campo se da a pasos agigantados, reduciendo constantemente las barreras entre el elemento original y su imitación. Día tras día, las herramientas necesarias, para producir un clon fidedigno de una voz o una imagen, se vuelven más accesibles, tanto en términos de costo como de habilidad técnica requerida. Este hecho no solo democratiza el acceso a tecnologías potencialmente peligrosas, sino que también multiplica exponencialmente los riesgos asociados con su mal uso. La facilidad con la que se generan y difunden deepfakes plantea interrogantes críticos sobre cómo podemos, como sociedad, prepararnos y protegernos contra las consecuencias de esta realidad artificialmente alterada.

Voces del presente

La columna de Mauricio Ferrer nos invita a contemplar el horizonte de la inteligencia artificial generativa y la robótica, sugiriendo que estamos al borde de una transformación sin precedentes en la historia humana. Este escenario, donde la IA se perfila como un catalizador de cambio, en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, resuena con el enfoque crítico pero esperanzador que Jon Stewart presenta en “The Daily Show”. Al destacar tanto las promesas incumplidas como las potencialidades de la IA, Stewart nos recuerda que, a pesar de los desafíos y las discrepancias entre la ficción utópica y la realidad pragmática, el avance tecnológico nos ofrece un lienzo para redibujar los contornos de nuestra sociedad.

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La reflexión de Ferrer, en la que plantea la posibilidad de alcanzar una inteligencia artificial general con aplicación en campos como la robótica autónoma y la biotecnología, amplía nuestra comprensión de lo que es tecnológicamente posible, al tiempo que subraya la necesidad urgente de un debate ético y de políticas que guíen estos desarrollos hacia un futuro donde la tecnología amplifique nuestras capacidades humanas sin desplazarnos.

Así, mientras Stewart ilumina con humor las contradicciones de nuestra época, Ferrer nos ofrece una visión de un futuro donde la coexistencia armoniosa entre humanos y máquinas podría, de hecho, ser una realidad tangible. Juntos, nos instan a participar activamente en la conformación de este futuro, equilibrando críticas constructivas con una apertura hacia las innovaciones que transformarán positivamente nuestra colectividad.

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La exploración de las promesas y desafíos de la inteligencia artificial, presentadas por Jon Stewart, Mauricio Ferrer, y Esteban Molina, no solo nos invita a reflexionar sobre el impacto de esta tecnología en nuestra sociedad, sino que también nos alienta a participar en un diálogo abierto y constructivo.

Atendamos este llamado a tertuliar, a compartir perspectivas y experiencias, a debatir con curiosidad y respeto, y sobre todo a colaborar en la búsqueda de soluciones éticas y prácticas. La IA, con todo su potencial transformador, nos confronta con preguntas fundamentales sobre nuestro futuro colectivo. ¿Cómo podemos asegurar que su desarrollo y aplicación beneficie a la humanidad en su conjunto? ¿De qué manera podemos protegernos contra los riesgos sin sofocar la innovación?

La invitación está abierta: hablemos, exploremos, y juntos, intentemos esbozar el camino hacia un futuro donde la tecnología y la humanidad avancen de la mano, en armonía.

Referencias:

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