¿Abandonarías a tu hijo? La respuesta será no. Pero ocurre que hay más formas de abandono y, tal vez, en casa los papás no se han dado cuenta. ¿cómo nos criaron? ¿cómo estamos criando? dejemos que dos expertos nos ayuden a reflexionar.
Por Juan Felipe Quintero A. / [email protected]
Lo tienen “todo”: colegio bilingüe, transporte escolar y conductor privado, servicio doméstico, internet veloz, tecnología, club, artes, deportes… puede leerlo con escepticismo, dirá que es una caricatura o un rompecabezas de verdades; o le puede servir para preguntarse cómo están llevando sus hijos la infancia y qué tanto equilibrio les provee entre los beneficios materiales y el suministro de afecto.
“Nunca en la historia de la humanidad los niños habían crecido tan solos”, me dijo el mexicano Gaudencio Rodríguez, sicólogo y psicoterapeuta; “esta sociedad está llena de adultos que se están recuperando de sus infancias. Se manifiesta en ansiedad, soledad, depresión, agresividad, dificultades para adaptarse”, me respondió Margarita María Alviar, colombiana, Mg. en terapia familiar. Y uno las dos aseveraciones y me digo “hay que poner a pensar a los papás”.
Parece que todo está resuelto: ¿Seguro estudiantil?, ¿vacaciones?, ¿ropa de marca? ¡Pagado! Pero el entorno puede seguir incompleto porque falta una ficha, la más importante: afecto.
¿Nos ponemos a pensar? Que nos ayuden los expertos.
Los niños necesitan al menos cuatro horas diarias de momentos significativos: Margarita María Alviar
Abandono no es solo dejar a un hijo en la calle. ¿Ocurre en nuestro hogar y no nos damos cuenta?
“Nos tenemos que cuidar de suplir la atención con cosas materiales, los hijos necesitan respuestas sensibles, su necesidad de afecto es incluso más importante que el alimento. Por eso es importante que tengan figuras de apego”.
Dice “apego” y pienso en una conducta mal calificada.
“Hasta los cinco años el apego es lo mejor que le puede ocurrir al niño. Todo el afecto que reciba sentará las bases de su personalidad, desarrollará empatía por el otro y salud mental para el resto de la vida. Y eso se traduce en salud de la sociedad”.
¿Cuál es el efecto de tenerlo todo, menos afecto?
“La alimentación afectiva no tiene que ver con recursos materiales. ‘Ven leamos este cuento’; ‘¿Te aporreaste?, ven te ayudo’; ‘¿Cómo te fue en el colegio?’… es lo que necesitan, los nutre de habilidades para la vida”.
¿Qué implica para los papás?
“Ser referentes para el niño. Enseñarle que es merecedor de afecto y que puede dárselo a los otros. Es más que dar comida y cambiar el pañal. Debemos proteger a los hijos como los animales hacen con sus crías, pero nos llenamos de necesidades materiales postizas”.
Pero los papás tienen obligaciones, trabajo, horarios. Y eso no es postizo.
“Uno de los retos hoy de las parejas es criar en soledad. Se ven obligadas a proveer el sustento para mantenerse y mantener al bebé y no siempre tienen la posibilidad de ayuda familiar o de una niñera. Es una realidad social”.
Y también quieren conservar su vida en pareja, salir, viajar…
“Los niños irán creciendo y la pareja podrá retomar sus asuntos. Pero no se puede dejar pasar su infancia. Es el tiempo más corto del ser humano. Y muchos papás se dan cuenta tarde de que no formaron un vínculo”.
¿Hay una medida de tiempo para que los papás evalúen su gestión de calidad para sus hijos?
“Es calidad de tiempo. La doctora en psicología Inés di Bártolo indica una medida de cuatro horas diarias, no solo de juego sino de momentos significativos: a la hora de despertar, la ida al colegio, la cena”.
Aparte de los papás, ¿alguien puede ser figura de apego?
“Alguien que sea sensible a las necesidades del niño, que ofrezca contacto, juego, atención, mirada, compañía, interacción; que ayude con los límites y enseñe”.
A los hijos no los formamos con las cosas que les compramos con dinero: Gaudencio Rodríguez
“Nunca en la historia de la humanidad los niños habían crecido tan solos”: eso es fuerte.
“Es una característica de las grandes ciudades industrializadas y da lugar a la figura de “hijos huérfanos”, cuyos padres solo les cubren las necesidades básicas. No atienden el desarrollo infantil: necesidades sociales, cognitivas, emocionales, vinculares, formativas en valores”.
¿Cuáles son los efectos de esa carencia?
“Es maltrato infantil. Los padres deben ser referentes de crecimiento, de moralidad, que le harán bien al niño y a quienes le rodean. Los niños no pueden crecer con la moral que les va marcando la tecnología”.
Por supuesto, no es una cruzada contra la provisión de bienes materiales.
“No se puede confundir darles lo mejor a los hijos con privarlos de lo más importante: es presencia, que transmite humanidad, que ofrece un vínculo estrecho, cercano, dispuesto, disponible y sensible. Si tiene eso, el niño irá adquiriendo un cerebro pleno, que le va a permitir lograr autonomía, personalidad y identidad”.
Una excusa de los papás dirá que la vida laboral hoy es muy exigente ¿Cómo lograr un equilibrio?
“El reto es formar a un ser humano. Y en aras de un nivel de vida muy alto, los hijos quedan al cuidado de personas sin idoneidad. Tomen empleos más modestos, pospongan el posgrado o el viaje en pareja, para que estén con los hijos. Ya recuperarán sus espacios”.
Artículo publicado el 11 de diciembre de 2018 y actualizado el 9 de mayo de 2019.