Cuando era niña mis papás no me dejaban tener un televisor en mi cuarto; el tiempo para ver televisión estaba limitado. Recuerdo que soñaba tenerlo en mi cuarto y ver películas desde mi cama, así que en 2004 cuando me fui a vivir a Bogotá sola, lo primero que hice fue comprarme uno. Aunque no me gustan los programas normales de televisión, sí me encantan las películas, así que cada noche me veo una película (en realidad sólo una parte porque siempre me quedo dormida antes de que se acabe). El ruido del televisor prendido es lo que me arrulla para dormirme. Me he acostumbrado tanto a esto, que ahora cuando intento dormirme sin prenderlo siento un poco de estrés. ¡Qué horror! Me he vuelto una esclava de la televisión.
Hace unos días estaba hablando con mi hermano sobre este ritual de ver televisión en las noches. Hablamos de la cantidad de tiempo que gastamos mirando ese rectángulo que ahora ocupa un lugar importante en nuestras habitaciones. Los dos estuvimos de acuerdo en que la televisión ahora nos estaba robando tiempo para aprender nuevas cosas, para compartir con otros, para reflexionar sobre el día y para soñar despiertos. Así que decidimos intentar cambiar ese ritual por un tiempo. El decidió desconectar su televisor y yo decidí que por una semana no vería televisión en las noches. Mi hermano ha encontrado que el sólo hecho de no tener el televisor conectado, lo motiva a tocar más piano al llegar a su casa (algo que le fascina) y a dormirse más temprano y por lo tanto sentirse más descansado. Para mí al principio fue más difícil; al apagar la luz y cerrar los ojos, mi cabeza se iba de inmediato a la lista de cosas que tenía por hacer y cuando menos pensaba no me podía dormir.
Buscando soluciones para poder dormirme más fácilmente, me acordé de lo que hacía cuando estaba chiquita. Para empezar, no me iba a mi cama hasta que estuviera cansada o fuera hora de dormir, así que compartía más tiempo con mis papás y hermanos. Luego, mi mamá o mi papá me contaban un cuento y al terminarlo yo me quedaba sola, en silencio en mi cama. Me acuerdo que ese era el momento en donde soñaba despierta. Jugaba a crear historias con los diferentes dibujos que habían pintados en mi pared. Y sin darme cuenta me dormía profundamente. No recuerdo levantarme cansada en la mañanas, como sí me siento muchas veces ahora. No recuerdo sentir ansiedad antes de dormir. Cerrar los ojos y simplemente dormirme era tan natural. Era un momento en el que me relajaba y cerraba el día tranquila y en paz.
Ahora entiendo que mis papás tenían razón: no necesito tener un televisor en el cuarto, no necesito ver películas todos los días, poder dormirme con naturalidad me permite ver qué está pasando en mi corazón y en mi mente, reconectarme con mis sueños y levantarme mas descansada en las mañanas. Además el tiempo que antes dedicaba a ver televisión me sirve para hablar con las personas que quiero.
¿Qué tan esclavo eres tu de la televisión? Te reto a que intentes no prenderla por una semana. Descubre qué puedes hacer con el tiempo que actualmente dedicas a ver televisión. Inténtalo, si no te funciona, siempre la puedes volver a prender.
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¿Eres esclavo de la televisión?
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