Mi sobrina cumplió quince años y algunas personas que la queremos le escribimos una carta. Esta fue la mía.
Mi querida Laura:
Ya que has venido a este mundo, no te queda más remedio que vivir.
Vivir, que es ser hogar de millones de células que nacen y mueren todo el tiempo; de un músculo que late desde mucho antes de que tú fueras tú misma; de una máquina incansable que transporta oxígeno; de una computadora viva que, a punta de impulsos eléctricos, da forma a sueños, pensamientos, sensaciones. Vivir, que es una pulsión física y, a la vez, una osadía.
Pues para que la vida sea vida, no basta con nacer, ni siquiera es suficiente con respirar. Para que la vida sea vida hay que amar y odiar (un poco), reírse y llorar, sentir miedo y atreverse.
Hay que equivocarse muchas veces, ganar, perder, olvidar, recordar. Hay que hacerse preguntas, dudar, confiar, desconfiar, volver a confiar, volverse a preguntar.
Hay que escuchar a los pájaros cantar y ver a los gatos dormir. Hay que acariciar a los perros, aprender de ellos, querer ser como ellos. Olfatearlo todo, curiosearlo todo.
Hay que pisar la arena y saber a qué huele el agua del mar. Hay que escuchar las chicharras en el bosque, ver brillar las luciérnagas, sentir el aleteo de los colibríes. Hay que oír el viento y ver el río, seguir el camino de las hormigas.
Hay que escribir y borrar, armar y desarmar, migrar todas las veces que sean necesarias para escapar del invierno, como las aves, como las ballenas. Hay que seguir las nubes también y, a veces, nadar contra la corriente. Buscar el sol, como las flores, y mirar el cielo algunas noches para entender que somos una ínfima partícula de un universo que no acaba.
Para que la vida sea vida hay que buscar la libertad y encontrarla. Hay que buscar el amor y perderlo para volver a encontrarlo luego. Hay que recibir, dar, cuidar, despedirse muchas veces, ver partir muchas veces. Sentir que a veces el corazón se rompe y, aún así, seguir amando siempre.
Ya que has venido a este mundo, Laura, no te queda más remedio que vivir. Y no imaginas cuánto agradezco que estés aquí para quererte siempre.