Por: Carolina Zuleta Maya
Las grandes revoluciones en la historia de la humanidad han nacido primero en el corazón de una persona.
Martin Luther King tuvo un sueño que compartió con el mundo en su famoso discurso de 1963, “Hoy tengo un sueño. Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: […] que todos los hombres son creados iguales.” Hoy, menos de cuarenta años más tarde, Estados Unidos tiene un presidente afroamericano. De la misma manera John F. Kennedy quiso ir a la luna y bajo su liderazgo como presidente de Estados Unidos, las misiones Apolo llegaron 6 veces a la Luna. Álvaro Uribe trabajó con “Mano Firme y Corazón Grande” para devolvernos la oportunidad de viajar por las carreteras colombianas. Y Jorge Molina Moreno, quien soñó que volvieran las mariposas y los pájaros a Medellín, logró sembrar miles de árboles que ahora sirven como pulmón de nuestra ciudad.
Pero ¿quiénes fueron estos hombres que cambiaron nuestra historia? ¿Somos nosotros tan diferentes a ellos? O acaso, ¿todos tenemos un poco de visionarios dentro?
No creo que todos debamos ser líderes de cambio tan famosos o grandes como los personajes que mencioné anteriormente (aunque estoy convencida de que cualquiera puede serlo). Sin embargo, sí considero que es importante preguntarnos cuál es nuestro legado… ¿El día que te vayas de este planeta, cómo habrás contribuido para hacer que este mundo sea un poco mejor?
Cuando uno estudia los grandes líderes de la historia descubre que hay algo que todos tienen en común: el amor, la pasión y la convicción por un tema. Ese amor por lo que creen es lo que los lleva a trabajar incansables horas por alcanzar un objetivo. Es ese amor lo que los hace pararse después de cada fracaso. Pero de ¿dónde nace este amor?
El común de las personas dice no sentir tanta pasión por nada, es habitual oír respuestas como: “Es que realmente no sé qué es lo que me mueve”. Y creo que hay dos razones principales por las cuales nos cuesta descubrir lo que verdaderamente nos apasiona.
1. Nos cuesta pensar en el “qué” sin pensar en el “cómo”. Cada que empezamos a pensar en nuestro sueño, en nuestra visión, y no sabemos cómo alcanzarla, quedamos paralizados.
2. Creemos que nuestro sueño no es tan importante. Pero ¿quién dice qué tan válida es una visión? Pensemos en Walt Disney, ¿quién iba a pensar que por medio de un ratón iba a lograr sonrisas en millones personas y crear una compañía multimillonaria?
El amor por un tema es algo que se cultiva, que crece con el tiempo y la dedicación que le ponemos. Al principio es sólo una idea pero si dedicas tiempo a pensar en ella, entonces esa idea evoluciona y el cómo lograrlo se va aclarando. Estoy convencida de que tú también tienes algo que entregar a este mundo, no te limites y empieza desde hoy a dedicarle un poco de tiempo a pensar sobre tu legado.
[email protected]
¿Cuál es tu legado?
- Publicidad -
- Publicidad -