La piedra ha sido el insumo por excelencia para Hugo Zapata el artista quindiano radicado en Medellín desde 1946. Veinticinco piezas, la mayoría de este material, se exhiben en el hotel Atton de El Tesoro.
Primero fueron el arte y la serigrafía, después la arquitectura y la tridimensionalidad, que abrieron paso a la piedra, a la expresiva lutita, a esa roca rica en hierro que emana del Río Negro, en Pacho, Cundinamarca, tras la lluvia. Hugo tiene un grupo de campesinos con los que trabaja hace años, ellos se la recogen y se la mandan a su casa en el Oriente antioqueño.
Y el arte se mantuvo, y la tridimensionalidad, y las piedras, que tras más de 40 años de carrera expresando cierta naturaleza, transformada en sus manos, cuentan una historia que él descubre en ellas. Hablamos con el arquitecto – escultor, cuya exposición estará abierta tres meses.
Arte – arquitectura. Hablemos de ese binomio.
“Empecé estudiando artes plásticas en la Universidad de Antioquia, pero un día en una reunión con los artistas en El Festín, muy emparrandados, sentí que tenía que salir de ese ambiente, y la arquitectura es la profesión más cercana al arte, ella me dio todas las herramientas para desarrollarlo”.
¿Y cómo fueron las primeras creaciones?
“Estaba en contra de la obra de arte como objeto exclusivo para el coleccionista, pensaba en un arte para todos, entonces empecé a hacer unos dibujos en serigrafía. Un día se rompió el papel con el que trabajaba y vi que la luz le daba de una manera especial, ahí me vino a la cabeza lo tridimensional. Fue un accidente, aunque yo ya estaba estudiando arquitectura, pero no había relacionado el espacio con mi trabajo”.
¿Y las piedras?
“Mis compañeros dicen que yo los traicioné, porque estábamos tirando piedra en la autopista y yo cogí una y dije ‘esta piedra tan linda no la tiro yo’, y me fui, los abandoné y me dediqué a la escultura. Eso dicen. Entonces yo tengo una piedrita en la casa y digo, ‘esta fue, este es el origen de mi trabajo’. Desde niño coleccionaba piedras, es el elemento más antiguo con el que se ha expresado el hombre. Eso me enamoró más”.
¿Cómo define un trabajo tan prolífico?
“Yo siento que es como un río que me lleva, y cada vez encuentro cosas nuevas. Yo me levanto y no sé qué voy a hacer. Claro, hay ideas, pero solo después las encuentro en las rocas, que me develan cierta estética, ritmos, volúmenes, transparencias, texturas… casi que yo me dejo llevar por lo que la roca expresa”.