Hernán Medina Calderón es hoy un empresario importante que hace el recorrido en bicicleta de algunas etapas del Tour de Francia. A los ochenta años no se ha retirado aun, monta en bicicleta y trabaja porque le gusta lo que hace
El 11 de junio de 1961 fue un día trascendental en la vida de Hernán Medina Calderón. Ese domingo, alrededor de las dos de la tarde, terminó en estadio El Campín de Bogotá la undécima Vuelta a Colombia en Bicicleta. El ganador fue Rubén Darío Gómez “El tigrillo de Pereira”. Por cuarta vez consecutiva Hernán Medina Calderón subía al podio de los ganadores, era subcampeón como en 1958 y 1959. En 1960, “El príncipe estudiante” como lo llamó Carlos Arturo Rueda, el famoso narrador radial, se había coronado campeón; y también lo hubiera sido en 1957, el año de su debut en la Vuelta, si el equipo de Antioquia no se retira en señal de protesta por una decisión de las directivas.
Aquel año Hernán Medina era líder de la carrera con cerca de un cuarto de hora sobre el español José Gómez del Moral, segundo en la clasificación general y, a la postre, ganador de la Vuelta.Cuatro participaciones, cuatro podios, un palmarés envidiable para cualquier deportista y seguramente un futuro promisorio en el deporte; sin embargo, Hernán Medina, un hombre con la claridad de un proyecto de vida definido aun desde esos años de juventud, tenía veintitrés, se bajó de la bicicleta al concluir la etapa Girardot Bogotá en El Campín y dijo que haría lo que se había propuesto hacer desde siempre, terminar la carrera de Ingeniería Mecánica en la Universidad Pontificia Bolivariana y no volvería a competir. Una decisión trascendental para un hombre que ahora con el paso de los años dice, “a mí, me hizo la bicicleta”.
La bicicleta para Hernán Medina fue quizá lo mismo que para todos los muchachos de ese Medellín pueblerino de los años cincuenta. El medio de locomoción para ir de la casa al colegio, hacer mandados o ir hasta el Bosque de la Independencia de paseo los fines de semana. Una de sus primeras bicicletas fue de turismo, marca Raleigh muy buena, muy fina, pero pesada; después tuvo una Humber igual a la anterior; pero cuando consiguió una Monark de carreras en almacenes La Primavera y se presentó la posibilidad de participar en los juegos intercolegiados en representación del Liceo de la Universidad de Antioquia, donde estudiaba bachillerato, empezó, dice, “a montar en bicicleta”.Con esa frase inició la que podríamos llamar la primera parte de su vida. Conoció a los importantes de ciclismo nacional que ya habían corrido vueltas a Colombia e incluso habían ganado varias como Ramón Hoyos, y entre todos ellos conoció un hombre que fue importante en aquellos años, Julio Arrastía Bricca, un argentino que llegó a Colombia como ciclista, se quedó como entrenador, lo vio correr con otros muchachos en las calles alrededor del estadio Atanasio Girardot y le insistió para que compitiera.
Medina tenía claro que su objetivo era estudiar, en su casa, doña Judith, su madre, insistía en el estudio, “lo demás viene por añadidura” decía, recuerda ahora Hernán. Pero Arrastía insistía. Hasta que un día dijo sí voy a correr. Y corrió. Y desde las primeras competencias ganó, le ganó varias veces a Ramón Hoyos, el héroe del momento a quien respetaba, pero en la carrera los dos iban en bicicleta y había que competir.
Pero también había que estudiar y en la casa doña Judith y don José, su padre, insistían en la importancia del estudio y fue quizá por eso, porque se le notaba o porque cada vez que podía decía que su objetivo era estudiar, Carlos Arturo Rueda desde su “transmóvil”, en la Vuelta de 1958 cuando iba adelante subiendo al Alto de La Línea, lo llamó “El príncipe estudiante”. Y así se quedó y como “Príncipe” ganó también una Vuelta a Guatemala y representó a Colombia en los Juegos Olímpicos de Roma en 1960.
Hernán Medina Calderón fue “El príncipe estudiante” para todos los colombianos hasta aquel domingo de junio en El Campín de Bogotá, cuando dijo, ya no va más, ahora sí a estudiar y empezó la segunda parte de su vida, que podríamos llamar la segunda etapa, también con subidas y bajadas, con premios de montaña, con dificultades y satisfacciones.
Me encontré con Hernán Medina Calderón en su casa de El Poblado en Medellín. Desde su balcón se ve la ciudad de hoy, tan distinta a la de su época de ciclista. Me habla de los años después del ciclismo, de cómo trabajó quince en Cervecería Unión y después veintiocho en su empresa de Transportes. Ahora está retirado, cumplirá pronto ochenta años. Pero conversando con él me doy cuenta de que uno no se retira de lo que le gusta, Hernán Medina sigue montando en bicicleta, dos o tres veces por semana y después de nuestro encuentro irá a una reunión a la empresa porque le gusta su trabajo, estudia y está al corriente de los avances de la tecnología. Le pregunto por los ciclistas de hoy. “No tienen complejos, son aguerridos. A nosotros nos tocó la época de los caminos destapados, todo iba más lento y teníamos tiempo para corregir. Los ciclistas de hoy no se pueden desconcentrar ni un segundo”.
Hernán Medina Calderón es una gloria del ciclismo nacional y cumple ochenta años. Felicitaciones…