Hay que romper el círculo vicioso
La seguridad, además de cierto grado de prevención personal, requiere compromiso ciudadano para enfrentar la acción de los delincuentes
La sensación de seguridad se ve afectada por el diario recibir noticias o ser testigos directos de hechos delincuenciales. El estado de alerta es inherente al ser humano; sin embargo, en un entorno que percibimos como inseguro, nos sentimos temerosos ante el más mínimo movimiento extraño y las actividades normales de la vida – desplazarse, ir a un cine, salir a un restaurante, conducir de noche, por ejemplo, implican un cierto atreverse a correr un riesgo. Si hemos sido víctimas de una fechoría, con mayor razón el miedo va a ser nuestro compañero de todos los días por más o menos tiempo.
Cuando ocurre un delito, un atraco por ejemplo, una reacción común es limitarse a despotricar de las autoridades. Pero todos tenemos un rol en el cuidado de la seguridad. Es necesario, en primer lugar, que cada persona sea consciente de su papel, en lo referente a minimizar el riesgo. Esto es, todos tenemos algún grado de responsabilidad en la prevención del delito, no exponiéndonos innecesariamente. Pero la participación del ciudadano debe ir más allá. No sólo se trata de prevenirnos, también es necesario desincentivar la acción de los delincuentes. Uno de los mecanismos para lograrlo es la denuncia. Es triste saber que en el 2012 en El Poblado sólo se recibieron 21 denuncias por delitos (14 por hurto). Esto contrasta con el dato policial: 915 capturas en flagrancia el año pasado; esta última cifra deja muy claro el interés que tiene El Poblado para el hampa. Es fácil imaginar cuántos cacos logran su cometido cada año, es decir, que cometieron el delito y quedaron en la impunidad.
Estos números tienen diferentes lecturas. Por un lado, es evidente que el poco interés por denunciar tiene que ver, en gran parte, con la falta de confianza en las autoridades. La realidad es que, mediante argucias legales, muchos de estos individuos no son ni siquiera juzgados, mucho menos condenados.
El ciudadano siente, además, que es engorroso, y hasta peligroso seguir adelante con estas acciones hasta que el malhechor pague por su fechoría. No cualquiera está dispuesto a verse cara a cara con estos personajes en una diligencia judicial. Si a una persona le roban un celular, simplemente deja las cosas así.
Es un gran error pensar que la desidia es un buen camino para lograr la seguridad. El problema es que los delincuentes saben todo esto y se sienten con las garantías suficientes para obtener dividendos de cualquier posición asumida por las víctimas. Entonces, seguirán buscando su botín.
Empieza el año y Vivir en El Poblado invita a utilizar el sentido común para minimizar los riesgos y decidirnos por la denuncia. Es un camino para salir de esa costumbre que hace que el ciudadano delegue toda su responsabilidad en las autoridades y que ellas tengan el argumento de la falta de denuncia ciudadana por los delitos de que es víctima. Sería una buena estrategia para romper un círculo vicioso que parece nunca acabar.