Ahora, cuando bien lejos estamos ya de campañas electorales y cada día más distantes de las emociones del Mundial, los hechos cotidianos empiezan a tomar de nuevo la importancia que merecen.
Volvemos pues en El Poblado a los temas que como comunidad más nos han interesado en los últimos meses e incluso años –aparte de los ya mencionados–, entre ellos los pormenores de la movilidad, el transporte público y las situaciones de inseguridad, y otros más azarosos como el desfalco de Interbolsa y la impunidad que lo rodea, la tragedia de Space y la impunidad que la rodea, el cinismo de las directivas de CDO y la laxitud que las protege, el limbo de los defraudados y damnificados y la impotencia que los agobia.
Una buena parte de las soluciones a los problemas que conllevan los casos citados depende de la Alcaldía de Medellín, otro tanto está en manos de la Fiscalía y de las superintendencias, pero, infortunadamente, al menos en los casos Interbolsa y CDO, la porción más significativa está en manos de los responsables de estos descalabros y de la voluntad real que tengan de reparar los daños causados. Estos procesos, con sorpresa hemos visto, se siguen tomando su tiempo, y el paso de tortuga que llevan y los vericuetos en que se enredan hace difícil prever su desenlace. No obstante, y en lo que concierne a CDO, no sobra insistirles a las autoridades locales que sigan haciendo lo que a conciencia juzguen que esté bien hecho, basados en la Constitución, en la justicia, en el sentido común y, por supuesto, en los estudios técnicos, sin dejarse presionar ni amedrentar por poderes e intereses particulares que desvíen el foco de su verdadera misión, que es la de velar por el bien común.
Entre tanto, no se pueden dejar de lado otros asuntos importantes para la ciudad, como los toques finales al Plan de Ordenamiento Territorial (POT) y los mecanismos de control que habrá que implementar para que el Plan no sea una letra muerta, plagada de buenas intenciones pero sin manera de hacerlo cumplir.
Simultáneamente, hay que velar porque las obras viales se construyan bien, cumpliendo en todos los frentes, sin omitir detalles, como aquellos que las hacen accesibles para la población con alguna discapacidad, según lo ordena la ley. Medellín se precia de ser una ciudad incluyente pero, como lo vemos en un artículo de esta edición, lo mismo no piensan las personas en condición de discapacidad, con justa razón. Hicimos con una de ellas un breve recorrido por El Poblado en su silla de ruedas y fuimos testigos de la odisea que es trasladarse en medio de aceras y vías nuevas.
Pero ahí tampoco se agotan los frentes que hay que atender en El Poblado. La calidad de vida también depende de otros detalles, en apariencia superfluos. Por ejemplo, el malestar que con frecuencia sienten habitantes de Ciudad del Río, como lo expresa una lectora en una queja en esta edición, porque ven vulnerados su derecho al descanso y a la libre movilización los fines de semana. Eventos deportivos y otro tipo de celebraciones con volúmenes amplificados y cierres de vías generan malestar, no solo por la bulla sino por sentirse presos en sus propias casas, imposibilitados para entrar o salir el día libre.
Estos son solo algunos ejemplos de los temas a los que hay que ponerles el pecho; hacen parte de la cotidianidad y la gobernabilidad de una ciudad, y de la satisfacción o inconformidad de los ciudadanos con sus gobernantes.