Cuando hablamos de enfermedades mentales nos quedamos en la depresión, la ansiedad, el trastorno bipolar, pero poco se habla de una condición por la que muy seguramente hemos pasado en algún momento, el hartazgo.
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Para las personas exitosas, que han logrado sus metas en la vida, que ya probaron las mieles del éxito y de pronto se quedan sin nuevos retos y expectativas en la vida experimentan esta condición. Igual quien que por las cosas de la vida se ha visto abatido por la frustración de una realidad que agobia y al parecer no tiene solución. Allí es cuando aparece el hartazgo.
Por eso se describe como el agotamiento mental y físico que puede ser causado por demasiadas obligaciones, decisiones, pensamientos intrusivos o por muy poca calma, muy poco tiempo para respirar de las ocupaciones y hasta muy poco sueño.
De pronto, llega un momento en el que no se encuentran expectativas en la vida, donde el piloto automático saltó del avión y nuestra cabeza es como una olla pitadora que no aguanta más, nos volvemos víctimas de nuestra propia situación y circunstancia, muchas veces cargando con problemas que no son nuestros y tratando de ser el mártir de la causa ayudando a los demás y dejando de vivir nuestra propia vida.
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Lo contrario del hartazgo es sentirse pleno, libre y conectado con las decisiones de vida. Entonces, cuando llega esta condición podemos sentir una implosión, en donde empezamos a criticarnos, aumenta nuestra sensación de culpabilidad, dejamos de creer en nosotros mismos; o también podemos explotar y, entonces, generamos una sensación de pelea con todo el mundo exterior.
Entonces, ¿qué hacer? En una sociedad en la que siempre estamos a la caza de resultados, al cumplimiento de metas y logros, una de las salidas es re-sensibilizarnos, dejar nuestras adicciones a la autocrítica, a flagelarnos con las mismas frases acusadoras, al autojuicio, a la victimización. Allí el tema es ampliar nuestro panorama, para no enfrascarnos en una sola cosa y ver que la vida tiene muchos más colores, más perspectivas, más puntos de vida y allí aparecerán nuevos motivos para vivir. Lo otro es trabajar en el agradecimiento, cambiar la perspectiva de la vida y no verla desde la queja sino desde el agradecimiento.
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Otra salida para volver al inicio. Recordar qué fue eso que nos motivó a elegir nuestro trabajo, nuestro plan de vida, nuestras personas cercanas, volver a ese momento para encender la motivación, reencontrarnos con cosas cuando eran más simples, pero ahora desde la experiencia. Es volver a mirar atrás en el camino para ver los frutos y de lo que se ha recogido.
Somos seres en constante cambio, en constante evolución, nuestra vida es como un espiral de engranajes, donde cada vez nos vamos a encontrar una escala más arriba, pero en el mismo engranaje, con un poco más de conocimiento, de experiencia y allí el hartazgo estará al asecho de nuestros sentimientos y circunstancias. Saber tramitar estas emociones, entregarle a cada uno sus responsabilidades y encontrar la calma interior hacen parte del kit de herramientas que debemos tener.
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