Hacer las cosas porque nos importan, no porque toca

Cada vez estoy más convencido de que el mundo se divide en dos grandes grupos: quienes hacen las cosas porque les importan —o al menos lo intentan— y quienes las hacen porque les toca.

No es un tema de cargo, de estrato, de ingresos, de talento o experiencia. La diferencia está en la intención y el fundamento con que se actúa. 

¿Cómo distinguirlos?

Quienes lo hacen porque les importa, lo hacen para los demás. Actúan desde la abundancia, sabiendo que al final recibimos lo que entregamos. Y esto se nota en la entrega genuina: la actitud, el cuidado en los detalles, el esfuerzo por hacerlo lo mejor posible.

Los otros cumplen. Pero cumplen porque no hay otra opción, desde la resignación o la costumbre. Hacen lo justo, sin incomodar, pero tampoco sumar. Es el trabajo que cumple con la letra, pero no con el espíritu.

Esta diferencia, que a veces parece menor o casi invisible en la rutina, lo es todo.

Piénsenlo: todos recordamos a quienes pusieron “algo más” en lo que hicieron. El barista que nos atendió con una sonrisa de principio a fin, la profesora que se tomó el tiempo de explicarnos hasta que entendimos, el amigo que sacó el tiempo para escucharnos cuando lo necesitábamos, el jefe que nos ayudó a dar “el salto”.

Yo quiero ser ese barista, esa profesora, ese amigo, ese jefe…

Quiero ser de esas personas que impactan no solo por lo que logran, sino por la manera en que lo hacen: poniendo lo mejor de mí al servicio de los demás, desde la posición que me toque y sacándole el mayor provecho a las posibilidades que tenga a disposición. 

La vida, todos los días, nos da la oportunidad de elegir de qué lado queremos estar: ¿vivir en automático, o dejar que algo nos importe?

Esa decisión —pequeña, cotidiana, pero nuestra— es también un acto de agencia. Porque ahí, en ese “algo más” que elegimos poner en las cosas que hacemos, es donde reside la diferencia entre hacerlo porque nos importa o porque nos toca. 

Al final, la verdadera marca que dejamos en los demás no está en lo que hacemos, sino en el modo y la intención con la que lo hacemos. Porque ahí —y solo ahí— está la posibilidad de dejar huella con nuestro actuar.

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