A través de los sonidos, la Fundación 1+1 hace trabajos de sensibilización con niños, niñas y jóvenes invidentes. Detrás está Luis Fernando Gómez.
Por Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]
Cuando la visión de Luis Fernando Gómez quedó en negro, una luz se prendió. Entendió que debía encontrar una forma de llenar su tiempo. Su enfermedad, la retinititis pigmentaria, le fue quitando la vista poco a poco, “casi sin darme cuenta”. Un día, no pudo volver a manejar y, mucho menos, sentarse en su escritorio a trabajar. Decidió cerrar sus negocios, los almacenes Enrique VIII, y concentrarse en ayudar a personas que, como él, son invidentes. Así nació la Fundación 1+1.
En un primer momento, Luis Fernando se centró en la prevención. Así, y gracias al apoyo de organizaciones públicas y privadas, logró hacer un tamizaje a 500.000 pacientes y entregar igual número de gafas. Pero, con el tiempo, la estrategia cambió: creó el programa Música para poder ver, que cuenta con el apoyo de la Fundación Yamaha. Niños y jóvenes de diferentes lugares de Antioquia y Colombia reciben clases de iniciación con la idea de entregarles conocimientos que les permitan estudiar música a nivel profesional. Luego, pasan a Bellas Artes y a la Academia Yamaha donde tienen la oportunidad de especializarse en un instrumento.
De la Fundación siempre encuentran apoyo, además de que esta crea espacios en los que pueden presentarse para tener fogueo ante el público. Precisamente, un coro acompañará el sábado 25 de mayo a la Filarmónica de Medellín y al grupo Tributo Ensamble en el homenaje que la Fundación le rendirá a Guns n’ Roses.
Los recursos recogidos también apoyarán otra de las iniciativas de 1+1: Desde el jardín de lo posible. Este busca brindar acceso a la información y al conocimiento. “Les entregamos tabletas y con la ayuda del Centro de Ciencia y Tecnología de Antioquia (CTA) los capacitamos en el uso de dos herramientas que para nosotros son básicas y nos abren un mundo de posibilidades: el lector de texto y el asistente de voz”, explica Luis Fernando.
Es una preparación para enfrentar los retos que les propone el futuro. “Pasé de 500.000 tamizajes a apoyar 500 niños. Pero las cifras no son lo importante; es el trabajo constante, es poder acompañarlos en todo su crecimiento y aprendizaje”, concluye Luis.