Fuente

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Fuente
 
 
Descartada la inspiración divina de las Musas como fuente del arte, comprendemos que es una construcción que corresponde a la búsqueda de significados por parte del artista creador
 
 
 
 
 
     
 
Por Carlos Arturo Fernández U.
 
 
En casi todas las culturas, a través de los siglos, se afirmó de una manera u otra que el arte es resultado de alguna forma de inspiración, como si se tratara de un proceso desencadenado por fuerzas divinas y metafísicas exteriores al mismo artista. Y si bien es cierto que en la actualidad una creencia de ese tipo parece estar descartada, se mantiene la idea de que es imposible determinar con exactitud la lógica del proceso de creación de la obra que, en consecuencia, conserva un cierto misterio que escapa a la pura razón.
Pero ello no significa que el arte se ubique en un ámbito incomprensible e inabordable. Por el contrario, descartada la inspiración divina de las Musas como fuente del arte, comprendemos que es una construcción que corresponde a la búsqueda de significados por parte del artista creador. Y puesto que, por lo general, no se trata de un producto único y aislado, los restantes trabajos del mismo artista, además de los que proceden de su medio y de su tiempo, contribuyen a crear la posibilidad de penetrar en el mundo de sentido que es una obra de arte.
“Fuente”, de 1988, es una obra de Luis Fernando Peláez (Jericó, 1945) en el Centro Ejecutivo de El Poblado, quizá muy particular dentro de su producción artística. Realizada en concreto pintado de negro y vidrio, está compuesta por dos altas columnas cuadradas de 12 metros de altura, separadas 4 metros y plantadas en un estanque que recibe el agua que baja por ellas y que cae en cascada en otro estanque ubicado en un plano inferior.
Como ocurre con mucha frecuencia en el horizonte del arte actual, parecerían predominar unos aspectos constructivos que exigen, ante todo, su descripción. Sin embargo, detrás de la pura estructura, lo que nos sigue inquietando es el significado que aquí se crea. Y, seguramente, el conjunto de la obra de Luis Fernando Peláez nos da una mano en ese intento de comprensión.
A través de una amplia producción que hace de él uno de los principales artistas de su generación, Luis Fernando Peláez penetra en los vericuetos del tiempo y de la memoria, muchas veces a través de la apropiación y transformación poética de elementos que encuentra en la ciudad. Y, a pesar de su peculiaridad constructiva, la “Fuente” puede leerse dentro de una partitura coherente con esas búsquedas de sentido.
En efecto, la obra parece crearse a partir de una fuerte contraposición entre la solidez y permanencia de las dos columnas y la fluidez incesante del agua que las baña y que, en definitiva, les da vida porque genera permanentes matices de luz y ondas siempre distintas en medio de la continuidad. Quizá nos encontramos ante una sutil metáfora de la existencia humana, basada en estructuras históricas y culturales que nos superan y que parecen imposibles de cambiar. Pero sobre ellas transcurre nuestra propia vida, siempre en movimiento y siempre diversa.
Parece poco frente a la solidez de aquellos fundamentos porque el agua pasa y las columnas quedan; pero esos lánguidos destellos que contrastan sobre los fondos oscuros son, como nuestras propias vidas, los que transforman y dan sentido a la realidad.
 
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