Foo Fighters conquista Bogotá

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Crónica de su presentación del 31 de enero en la capital

Por Juan Sebastián Mora


Foto: Andrés Alvarado

Meses después de la disolución forzada de Nirvana, a causa del suicidio de Kurt Cobain, Dave Grohl recibió un atractivo ofrecimiento que le permitiría un nuevo comienzo en la música: convertirse en el baterista de Tom Petty and The Heartbreakers, famosa banda con la que había tocado en el show televisivo neoyorquino Saturday Night Live. El músico declinó la oferta porque quería concentrar sus energías en transformar su colección de demos en un álbum. Al terminar la conversación con Petty, Dave no pudo evitar preguntarse si había desechado la oportunidad de su vida.


Foto: Andrés Alvarado

No era una decisión para tomar a la ligera. Si bien Grohl era alabado por sus pares como un baterista de primera línea –para algunos el John Bonham del rock de principios de los noventa–, no existían fuertes indicios de que fuera capaz de reinventarse como vocalista, compositor y guitarrista de una nueva banda de rock de éxito global.

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Foto: Andrés Alvarado

Ocho álbumes (de estudio) de ventas millonarias, entre ellos su más reciente Sonic Highways, y dos décadas de memorables sencillos han hecho de Foo Fighters un animal extraño en la escena musical: es de las pocas bandas de rock auténtico que aún conserva el suficiente gancho comercial para codearse en los primeros lugares de las listas de éxitos con los ganadores de realities musicales e ídolos pop intrascendentes. Por eso no sorprende que esta noche El Campín de Bogotá esté prácticamente lleno, como ocurrió en el Maracaná, el Estadio Nacional de Santiago de Chile y muchos otros estadios donde la banda se presentó en su gira por América Latina.


Foto: Andrés Alvarado

Lejos está ese primer tour por recintos pequeños de Norteamérica, cuando la banda tenía que soportar a la multitud –todavía con resaca por la desaparición de Nirvana– pidiendo con vehemencia Marigold, la única canción cantada por Grohl en la discografía del legendario grupo de grunge.

En Bogotá se confirma lo evidente. Grohl ha logrado lo que en un inicio era impensable: ser identificado y admirado, antes que todo, por ser el líder y motor creativo de los Foo Fighters. Entre la multitud, las conversaciones giran en torno a si va tocar Everlong, All my Life o Best Of You, y qué giros imprevistos podría traer la actuación de una banda que se caracteriza por dar realmente todo en vivo.


Foto: Felipe Londoño

En la mitad del gigantesco escenario, junto a las infaltables pantallas, amplificadores y luces multicolores, sobresale una pasarela en forma de “l“ que se extiende en el territorio del público. La misma por la que se espera ver a Grohl desfilar una y otra vez, con guitarra en mano, cuando el impulso de agitar las masas esté latente.

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Tras el calentamiento a cargo de Diamante Eléctrico, el telonero nacional, la oscuridad se apodera del estadio, el público levanta bombas con los colores patrios, y el intro de Something From Nothing, el tema principal del álbum Sonic Highways, desata la euforia colectiva. La emoción multitudinaria cobra aún más fuerza con The Pretender, canción en la que el grupo extiende el fragmento instrumental rockanrolesco a la Chuck Berry para darle tiempo a Dave de pasearse por la pasarela con su guitarra.


Foto: Sebastián Mora

Una lluvia de aviones de papel recibe a Learn to Fly, seguida por la vertiginosa Breakout, hit de su tercer álbum There Is Nothing Left to Lose. My Hero, el apasionado tributo de Dave a los héroes de la vida cotidiana que se ganan la vida como pueden –Grohl ha negado que la haya escrito para Kurt Cobain, como los medios siempre la han querido vender–, es interpretado con rabiosa perfección. De la nada, es interrumpida por un problema de sonido. Como un director de orquesta, Grohl camina por la pasarela e instruye con sus brazos al público para cantar en masa el coro de la célebre canción. El inconveniente es arreglado con prontitud, y Dave, con una mezcla de espontaneidad y oficio, termina de encender a su audiencia. “Si los parlantes no funcionan, no hay problema porque ustedes tienen una jodida hermosa voz”. Retoma la canción con la banda sin nuevos contratiempos por el resto del concierto. La experiencia de Grohl en tarima queda constatada.


Foto: Sebastián Mora

Con cierta dosis de nostalgia, la banda emprende una versión lenta de Big Me, tonada que catapultó a la fama a Foo Fighters, que en ese entonces realmente era Dave Grohl, quien la grabó en solitario en octubre de 1994, como el resto de canciones del primer álbum del grupo. Después de Congregation, viene Walk, esa perfecta creación sobre “el tiempo y las segundas oportunidades” que hizo parte de su grandioso álbum Wasting Light.

Dave introduce al resto de la banda: el guitarrista Chris Shiflett, Rami Jaffee (tecladista y miembro del grupo solo en vivo) el bajista Nate Mendel, el guitarrista Pat Smear -el recordado miembro no oficial de Nirvana- y el baterista Taylor Hawkins. Espontáneas y cortas versiones de Another One Bites The Dust de Queen y Blackbird de The Beatles son el abrebocas de Cold Day In the Sun, en la que Taylor demuestra sus dotes como vocalista. En palabras de Grohl, el público se apodera de Monkey Wrench, y convierte un tema de punk rock melódico en un canto masivo casi chamánico, acompañado de las luces de sus móviles. Arlandria, otro de los cortes estelares de Wasting Light, e In the Clear, del Sonic Highways, dan paso a un set acústico de Dave, que para satisfacción de los espectadores no cercanos al escenario es ejecutado al borde de la pasarela, bastante alejado de la tarima principal. Toca con suavidad Skin And Bones, con Rami Jaffee en el acordeón, y Wheels, que cuenta con la participación vocal de las más de 40 mil personas presentes, incitadas por la incierta promesa de Dave de volver a Bogotá “si cantan lo más fuerte que puedan”.

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Foto: Felipe Londoño

En la mitad de Times Like These, a Grohl, ya con guitarra eléctrica en mano, se une el resto de la banda, que aparece de repente, a toda máquina, sobre una plataforma móvil que permite al grupo contacto visual con distintos sectores de la audiencia. Allí Foo Fighters despliega un enérgico set de covers integrado por el clásico de Kiss, Detroit Rock City, Tom Sawyer, de Rush, y There Will Be Light, de AC/DC. Sin embargo, el punto álgido es Under Pressure, cantado a dueto por Dave Grohl y Taylor Hawkins, el primero encargándose de las líneas vocales de David Bowie y el segundo de las partes de Freddie Mercury.

Los Foo Fighters no creen en los tradicionales encores, simplemente tocan su repertorio sin pausas hasta completarlo. Así que la tanda final comienza sin preámbulos. All My Life, el corte maestro del álbum One By One, sube la temperatura para Best Of You, el intenso y popular himno que Grohl escribió “sobre romper con las cosas que te confinan”.


Foto: Felipe Londoño

Para el final, los Foo tenían reservada la canción por la que hace unos años el mismísimo Bob Dylan felicitó a Grohl, y tal vez la más esperada de la noche: Everlong.

“Ustedes son el mejor público de la gira”, fue la frase de Grohl más comentada después del show. En mi opinión, es de dudosa veracidad teniendo en cuenta el característico humor negro de Dave y su tendencia a burlarse de los clichés del mundo del espectáculo. Pero no importa si aquello es verdad o una estrategia de manual para provocar histeria en sus fans. La excelente sinergia entre público y banda fue innegable, así como la espontaneidad y el compromiso en escena de Foo Fighters. Por eso no es descabellado afirmar que el concierto también quedará como un recuerdo especial para Grohl y compañía.

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