A El Poblado están llegando nuevas formas expresadas en diseños, objetos, dibujos o paisajes que están cambiando, para bien, las maneras de ver el barrio.
Por Sebastián Aguirre Eastman
Un edificio construido hace un par de años sobre la transversal Inferior se ha encargado no solo de romper la rutina visual de quienes circulan por esta vía de El Poblado; también se convirtió en un referente turístico con perfil incluso de recomendado en redes sociales por agencias y visitantes.
Más hacia el centro del barrio, en la entrada a Provenza por la avenida 34, un pez pirarucú con tonalidades amarillentas dibujado sobre el muro oriental es desde hace cinco meses una distracción grata para conductores y transeúntes, en otra apuesta particular por romper la cotidianidad en estas calles.
El edificio y el mural son hoy íconos visuales de un barrio que, como lo señala el arquitecto Andrés Felipe Mesa, gerente de la firma M+ Group, es agradecido y recibe con beneplácito estas propuestas arriesgadas y distintas que invitan a otras ópticas.
“Salirse del formato”
El arquitecto Mesa, en compañía de sus colaboradores Kevin García y Luna Barrientos, diseñaron el edificio Energy Living, hecho para albergar a personas solteras o parejas sin hijos. En 2017 fue nominado a los premios Building of the year por el sitio web de arquitectura, Arch Daily.
Construida en 2015, esta edificación fue pensada para “salirnos de los parámetros tradicionales de las construcciones de la ciudad. Analizamos muy bien el target del producto (cliente) y con base en ello proyectamos un edificio muy específico”, dijo Kevin García en entrevista para el sitio web de M+ Group.
Para Andrés Felipe Mesa fue un aporte al movimiento arquitectónico que en Medellín se está viviendo en los años recientes, un despertar del “ostracismo”. Todo, comenta, se hacía igual, “los proyectos eran parecidos unos a otros, en algunos casos repetitivos”, y eso en parte es una respuesta a las exigencias de los clientes, quienes hoy son más conocedores, más educados visual y estéticamente, y quieren explorar otras tendencias, costumbres y maneras de vivir los espacios.
El pirarucú lo observa
David Ynche es un tatuador que en sus ratos libres es muralista. Las calles del barrio Colombia y Ciudad del Río lo conocen bien, algunas de sus obras decoran muros de estos sectores.
Hace cinco meses su trabajo se observa en el muro del costado oriental de la avenida 34, cerca a Los Parra. En donde antes un grafiti invitaba a una reconocida marca de hamburguesas, David se instaló para dibujar un pirarucú, un pez amazónico, con líneas orientales en las que impera el amarillo.
Sin pedirle permiso a nadie -“hay lugares en los que el espacio no le compete a nadie”-, este artista plástico plasmó su obra en un espacio de 2,30 metros de alto con unos 7 de ancho. “Es una forma de tocar a las personas, sin tener que pararlas y presentarme, es una forma de detenerse en medio de su vida cotidiana y que quienes por allí pasan miren otra imagen que los saque de su vida actual y que los haga pensar en que yo vivo de lo que me gusta”. En resumen, dice, es una forma de entregarles su visión sin que se la estén pagando.
Al hacerlo intenta conectarse con quienes lo rodean y con aquellos que habitan el lugar, para luego proponerles romper sus rutinas y abrir la mente desde su arte.