Estefanía Gómez recoge libros para abrir un sueño

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El propósito de Estefanía Gómez y tres amigos es tener una sede de oferta cultural en la que haya biblioteca, cineforo y espacio de lectura con venta de productos locales como panela, café y cacao.

La sala de la casa donde vive Estefanía Gómez está repleta de cajas llenas de libros. A su tía, con quien vive en Medellín, no le gusta eso de ver su hogar rebujado, pero su sobrina sigue empecinada en donar espacio, tiempo y esfuerzos para que los jóvenes de San Carlos, en el Oriente antioqueño, tengan una biblioteca de puertas abiertas.

Entre las decenas de libros ya disponibles para la Biblioteca Solidaria, es curioso que Estefanía aún no cuente con obras del Nobel colombiano Gabriel García Márquez. “Cien años de soledad es un libro muy mencionado, pero todavía no he accedido a él y lo necesito leer”, dice. Y es que su amor por la lectura fue un hecho tardío, pues antes no encontró una oferta y una motivación que la acercaran a las letras.

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De su infancia en San Carlos, Estefanía recuerda muy pocas escenas; dice que quizá se debe al encierro prolongado en un lugar seguro, mientras allá afuera se daban los combates y los bombardeos entre todos los actores armados que hicieron la guerra. Ahora ella reconoce que ha sido la lectura su mecanismo para conocerse a sí misma y al propio territorio.

En ese camino encontró el libro Nunca más contra nadie, del sancarlitano Carlos Olaya, y que cuenta los ciclos de violencia de ese municipio. Fue en esas páginas, y no por una cátedra en el colegio, donde Estefanía se dio cuenta de las lágrimas derramadas por su pueblo.

Estefanía, de 20 años, estudia Pedagogía en la Universidad de Antioquia. Al graduarse del bachillerato veía su futuro lejano. Más allá de las cuatro horas que separan a San Carlos de Medellín en bus. Creía que sus posibilidades de pasar a una universidad pública eran remotas, por eso ahora quiere retribuir lo recibido.

“Si no hubiera pasado a la UdeA, estaría como muchas de mis compañeras: casadas y con hijos”, dice Estefanía, quien suspende la conversación para limpiarse las lágrimas como agradeciendo el impulso que le dio su mamá, quien trabaja interna en una casa de familia en Medellín.

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La falta de un hábito de lectura casi le frustra el sueño de ser profesional. En el primer semestre, Estefanía se sentía rezagada y pensó en abandonar. Persistió y hoy, gracias a la lectura, tiene la capacidad para ver la vida diferente y pensar en que más jóvenes de San Carlos pueden soñar.

 

Por: Daniel Palacio / [email protected]

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