Las autoridades cuentan con algunos dispositivos para regular u organizar la movilización peatonal y vehicular en la ciudad. Entre estos están los paraderos de buses, lugar físico (caseta) y espacial (sitio de parada del bus) donde el transporte público colectivo se detiene a recoger o dejar los pasajeros.
Seis años después de la instalación de los paraderos que conocemos hoy, y pese a que su localización se definió estratégicamente mediante un estudio que adelantó un grupo interdisciplinario –compuesto por representantes de las secretarías de Obras Públicas y Tránsito de la época, Planeación Municipal y la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU)–, aun los mismos transportadores y la ciudadanía no se acostumbran o apropian de ellos y no les dan el uso para el que fueron destinados. En muchas ocasiones el pasajero, por comodidad o negligencia, se ubica en cualquier punto para que el bus pare y lo recoja. A su vez el conductor, haciendo gala de indisciplina, lo recoge sin tener en cuenta el sitio donde está.
Pero si pasajeros y buseros necesitan una buena dosis de cultura ciudadana, también los conductores particulares y taxistas; estos, al igual que los anteriores, son protagonistas del mal uso que se le da a los paraderos, pues utilizan sus bahías para estacionarse o recoger personas. El resultado es que empeoran las ya bien difíciles condiciones de movilidad en El Poblado.
Utilización en El Poblado
Los paraderos, que entre otras cosas hacen parte de la renovación del mobiliario urbano y que fueron diseñados para darles a los ciudadanos espacios más confortables, seguros y cómodos para esperar el bus, al parecer no son vistos como tales, a juzgar por el uso que se les da en la cotidianidad.
La ciudad cuenta hoy con 750 paraderos de buses, de los cuales 152 están en El Poblado. Teresa Margarita Salinas, subsecretaria de Movilidad Inteligente de la Secretaría de Movilidad de Medellín, asegura que en el trayecto comprendido entre el Centro Comercial Sandiego y La Frontera, en sentido norte-sur, hay 22 paraderos, y en el sentido contrario, 23. En total, son 45 paraderos de buses ubicados sobre este corredor vial, debido a su proximidad a cruces de otras vías principales, por su cercanía a centralidades, por facilitarle una longitud de caminata menor al usuario. Pero este, en últimas, con algunas excepciones, por lo general pasa por alto cualquiera de estas pretensiones.
Y ni qué decir de los conductores de buses. Según la Secretaria de Movilidad, por el Poblado circulan las rutas de buses de las empresas Invetrans, Autobuses El Poblado, Sotramés y Santra, cada una de ellas con una considerable flota de vehículos con sus respectivos conductores que en algunas oportunidades, de manera imprudente, no recogen o dejan a los usuarios del servicio en los paraderos estimados.
Fenómenos como el del “bus arriero” –vehículos que deben quedarse esperando en los paraderos hasta que llegue el siguiente bus para evitar la competencia desleal de transporte informal y taxis que hacen servicio colectivo no autorizado– contribuyen con la indisciplina pues hacen que en un solo paradero se agolpen más de tres buses, aunque no haya espacio suficiente. En el año 2013, en la Avenida El Poblado, la Secretaría de Movilidad reportó 145 comparendos a conductores de buses por parar o dejar pasajeros en sitos distintos a los demarcados por las autoridades, y en lo corrido de este año reporta 79 comparendos. La Resolución 3027 de julio 26 de 2010, estipula que los comparendos por esta infracción –dejar o recoger pasajeros en sitios prohibidos– obligan a una sanción económica de 15 salarios mínimos diarios legales vigentes, es decir, 308 mil pesos.
El Poblado, con más robos y vandalismo
Cuando la Alcaldía de Medellín adjudicó en el año 2006 a la empresa CAS Mobiliario S.A. la licitación para el suministro, mantenimiento, reposición y explotación del mobiliario urbano de Medellín –incluyendo los paraderos de buses– durante los siguientes doce años, en CAS Mobiliario no imaginaron que hoy, ocho años después, tuvieran que sacar de su caja registradora alrededor de 70 millones de pesos mensuales para reparar o reponer todos aquellos elementos del mobiliario urbano que son robados o dañados.
Carlos Arango, gerente de esta empresa, comenta que para garantizar el cumplimiento del contrato, la ciudad se divide en seis zonas, en las que trabajan 24 horas, haciendo cambios de publicidad, arreglos y demás.
El Poblado es el área donde sucede el mayor número de robos y actos de vandalismo, y donde las basureras son el elemento más preciado para los amigos de lo ajeno. “Una caneca nos vale a nosotros seiscientos mil pesos y la venden en diez mil o veinte mil pesos o la cambian por una botella de sacol. Hay un mercado negro muy complejo”, asegura Carlos Arango. Con preocupación, añade: “Al principio estaba muy atento todo el mundo con el contrato y la Policía nos colaboraba; hoy no le importa a nadie, solo le duele a CAS Mobiliaria que es la que paga los daños; por contrato nos toca pagar todo lo que se dañe y lo que se roben. Hay lugares donde nos han robado quince canecas en el mismo punto y hay que volverlas a poner… Ya nos echamos al dolor”.