Por Carlos Arturo Fernández
La relación entre el arte y la ciudad es uno de los temas más interesantes dentro de las discusiones de la cultura contemporánea, aunque no hay posiciones unificadas al respecto.
Dentro de los muchos puntos de vista posibles, convendría considerar por lo menos tres. Ellos reflejan opiniones que se han ido sucediendo históricamente y que, vistos en conjunto, pueden contribuir a iluminar un campo lleno de zonas no tan claras.
Parque de Los Deseos | Plaza Mayor |
En primer lugar, muchas veces se tiende a pensar que la relación entre el arte y la ciudad solo se puede plantear con propiedad cuando hablamos de centros urbanos caracterizados por una acumulación especial de obras artísticas, lo que les confiere un papel destacado en la historia de la cultura. Son las llamadas “ciudades de arte” (desde Cartagena y Cuzco hasta Roma o San Petersburgo, y muchas otras de todos los continentes y épocas), convertidas, en todo o en parte, en un tipo de museo abierto que recoge pinturas, esculturas o arquitecturas características, en centros históricos, reconocidos como un patrimonio cultural cuya significación sobrepasa los límites locales y se extiende a toda la humanidad. Por supuesto, no es posible desconocer el valor de los centros históricos ni la responsabilidad de mantenerlos y vitalizarlos. Sin embargo, vista de esta manera, la relación arte ciudad puede acabar reducida al mantenimiento de la tradición, además de convertirse en un asunto que tiene que ver solo con algunas poblaciones especialmente valiosas.
Una segunda alternativa consiste en invocar el carácter pragmático de la actualidad para señalar que la relación arte ciudad se ha desarrollado a lo largo de los siglos gracias a la presencia de obras de arte dentro del tejido urbano, y que eso mismo debe hacerse hoy en día para que la ciudad gane en decoro, cultura y reconocimiento universal. Otra vez, se trata de una historia que presenta muchas variantes que no pueden juzgarse en bloque y sin distinciones. Pero la conciencia de esas diferencias debe llevar a que no sea posible caer en la simple decisión de “poner” obras de arte en la ciudad sin preguntarse por el significado de esa intervención o, en otras palabras, sin una política de ciudad que responda al qué, para qué y cómo de estos procesos.
La tercera posibilidad, que aquí quiere plantearse como una alternativa sobre la que vale la pena discutir, es la de afirmar que la ciudad es la obra de arte por excelencia, la más trascendental y definitiva de las creaciones humanas, el marco y espacio que sustenta todas las obras artísticas particulares.
Museo de Arte Moderno de Medellín | Parque Bolívar |
En todas las ciudades, pueblos y aldeas es posible reconocer los trazos básicos de propósitos y proyectos humanos que han determinado su establecimiento y configuración, seguramente en medio de conflictos y luchas de intereses de todo tipo. En ese sentido, todo centro urbano (y no solo las “ciudades de arte”) es, al mismo tiempo, un centro histórico cargado de sentido que manifiesta sus ideas y sus vínculos culturales y sociales a través de creaciones tangibles e intangibles. En otras palabras, la ciudad es siempre un universo creado por el ser humano como expresión de sus valores. E históricamente necesitamos encontrar la manera de desarrollarla sin que el progreso implique la destrucción del pasado fundamental, porque en ello se perdería la esencia de lo que hemos creado como cultura. No es casual que las palabras fundación, fundamento y fundamental tengan significados cercanos al origen y a la consideración de lo esencial.
Parque de Las Luces | Barrio Villatina. Comuna 8. Elemento Identitario Sector Alto de La Cruz |
Decir que la ciudad es la obra de arte por excelencia no significa que se piense en ella de la misma manera que en un cuadro o en una escultura, sino que nos ubicamos en un plano superior de sentido y de valor.
Por una parte, la ciudad es, en realidad, la obra de arte total que permite comprender todas las demás creaciones culturales. Por eso, mientras no hagamos el esfuerzo de comprender cómo viven y ocupan su mundo otros pueblos, o, mejor, cómo son sus ciudades y cómo las habitan, nos resulta prácticamente inaccesible la comprensión de sus obras de arte.
Pero, por otra parte, y sobre todo, la ciudad entera es una imagen de nuestra cultura, de nuestra historia y de nuestro presente: la imagen de nuestra comprensión del mundo, de los valores que nos identifican como sociedad; de nuestros crímenes y fracasos, pero también de las aspiraciones que nos impulsan; la imagen de lo que somos. Y si, como se afirma tantas veces, el arte es creación de imágenes, la ciudad se nos revela entonces como nuestra obra mayor.