Escribir 

¿Por qué escribimos las personas que escribimos? 

Esta columna es una declaración.

Es domingo. Este es mi tercer intento de escribir esta columna. Escribí una que hablaba sobre la belleza, la deseché. Escribí otra sobre las palabras, la descarté.   ¿Qué quiero escribir, entonces? ¿Para qué? Me pregunto de dónde viene esta obstinación de sentarme aquí a teclear y tener algo qué decir. Pienso en el sentido de este oficio. 

¿Por qué escribimos las personas que escribimos?

“Escribir ―casi siempre― es una buena idea —dice Sylvia Aguilar Zéleny—. Porque con la escritura se rompe el tiempo, la distancia, se crea la complicidad, se construye la confabulación, o la memoria misma”. Escribir como un puente hacia uno mismo y hacia los demás. 

Lea más columnas de Maria Andrea Kronfly aquí >>

En su libro El mundo, Juan José Millás narra el momento en que su padre (o el de su personaje) le muestra, maravillado, cómo funciona un bisturí eléctrico: “Fíjate, Juanjo, cauteriza la herida en el momento mismo de producirla”. Y continúa Millás: 

“Cuando escribo a mano, sobre un cuaderno, como ahora, creo que me parezco un poco a mi padre en el acto de probar el bisturí eléctrico, pues la escritura abre y cauteriza al mismo tiempo las heridas”. 

Esta columna es, pues, una declaración. No hay otro lugar en el que quiera vivir que no sea la nación de las palabras. Me dispongo a escribir todos (o casi todos) los días de mi vida, es mi oficio. Habrá días generosos y días modestos, como dice Margarita García Robayo, en los que me alcance “con un apunte, uno solo, que me deje dormir tranquila”. 

Únase aquí a nuestro canal de WhatsApp y reciba toda la información de El Poblado y Medellín >>

Escribo para dar —o para buscar— señales de vida. Para encontrar sentido, o incluso para perderlo. Escribo para recordar, para mentir, para revelar. Para calmar un impulso, para dejar salir lo que se ha estado cocinando a fuego lento, pero también —como hoy, tal vez— para confesar que no hay mucho qué decir. Escribo para cauterizar, para proclamar, para entender. Para vivir y dejar morir. Escribo con el miedo de quien camina por el borde del peñasco y también con el apetito de quien lleva días sin comer. Escribo en mi mente todo el tiempo, escribo, escribo porque no hay otra salida. Porque, después de saltar a este río, no hay manera de evadir la corriente. 

- Publicidad -

Más contenido similar

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -