Si queremos vivir en un mundo de igualdad y sin racismo, debemos cambiar nuestras propias creencias racistas, creencias que todos tenemos por ser parte de esta sociedad.
Hoy les comparto un poco de cómo he vivido este proceso y espero que se unan a mí, a liberarnos de esas creencias erradas que hemos adoptado.
En 2018 conocí a través de redes sociales a la activista Layla F. Saad. Ella estaba organizando un reto llamado “Yo y la supremacía blanca” y decidí unirme.
Layla empezó a hablar de cómo el racismo vive en todos, de cómo cuando no eres negro tienes privilegio, de cómo si no hablas en contra del racismo entonces eres prorracista. Inmediatamente me puse a la defensiva, sentí rabia, pensé “Layla no me conoce, yo soy latina, yo no soy blanca, yo ni siquiera crecí en EE.UU. donde hay racismo, yo soy una persona buena, esto no tiene nada que ver conmigo”. Aun así decidí seguir mi trabajo con ella.
Poco a poco fui entendiendo que aunque soy latina, mi color de la piel es claro y por lo tanto tengo “privilegio blanco”.
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Acepté que muchas veces cuando oía comentarios racistas o discriminatorios me quedaba callada porque como no me afectaba a mí o a los míos, entonces tenía el “privilegio blanco” de quedarme callada.
Y con vergüenza (mucha) les comparto que entendí que yo había adoptado la creencia que los blancos eran superiores… ¿Cómo? Mirando a los blancos como mi modelo a seguir y no a los negros. Valorando los cuerpos blancos, tipo europeos más que los cuerpos voluptuosos o con curvas (como el mío). Siguiendo a más personas blancas en redes sociales que a negras, leyendo más libros escritos por blancos que por negros, etcétera.
También entendí que percibo a un hombre negro como más amenazante que a uno blanco. Y que sé que la reacción que recibí de mis cercanos por casarme con un hombre blanco o tener a una hija rubia, es muy distinta a si hubiese elegido casarme con un hombre negro y mi hija fuera mixta.
El proceso de ver esto dentro de mí ha sido difícil emocionalmente. No creo que tener estas creencias me haga una mala persona, sólo me hacen un humano que ha crecido en un tiempo donde el racismo todavía existe. Y se ha llegado el momento de transformarlo y sólo podemos transformar lo que vemos.
Así que el primer paso es tomar consciencia de cómo el racismo vive en cada uno de nosotros. ¿Te unes?