Hace unos días, una persona que ya va por sus cuarenta años de vida hablaba sobre su
paso por el colegio: una sucesión de años fallidos que fue atravesando con la ayuda de una
familiar conciliadora e inteligente.
Con el tiempo y gracias a una revisión profunda, descubrió que siempre tuvo déficit de
atención, un trastorno del neurodesarrollo que confiere una condición capaz de afectar
la concentración o el comportamiento. Sin un tratamiento certero, la persona irá por la
vida golpeándose con situaciones que probablemente generarán sufrimiento en ella o en
otros.
Hasta llegar a la cuarta década, esa persona no entendió por qué le costó tener un espacio organizado, concluir tareas o incluso, resistir los impulsos y cumplir el acuerdo
de fidelidad con su pareja. Todas las anteriores son situaciones que aunque suenan muy
personales y varían de un ser humano a otro, tienen elementos comunes: la incapacidad
de encajar en los ambientes, la presencia de conflictos constantes o repetición de situaciones.
Suceden porque la persona no ha entendido las razones detrás de sus actos ni ha
podido rodearse de especialistas capaces de ayudarle con el tratamiento adecuado.
Otras situaciones sucederán a las personas con trastornos del ánimo como depresión o
ansiedad. Y en todos los casos, la base será la misma: la incapacidad para sentirse totalmente feliz o cumplir los sueños.
En un mundo lleno de estímulos que desafían la atención, expectativas por cumplir, noticias oscuras que acaban con la motivación, informaciones falsas o personas cuyo sueño principal es tener un momento de fama, el tema de la salud mental y de la educación emocional se vuelven prioritarios.
EL 44.5% DE LOS PARTICIPANTES EN
LA ÚLTIMA ENCUESTA DE SALUD MENTAL, REALIZADA EN 2023, EN COLOMBIA, DIJO QUE
LA CASA ES EL LUGAR DONDE MÁS SE GENERAN
SUS PROBLEMAS.
Y esto no significa que todos debamos hablar de nuestras situaciones personales en público. Se trata más bien de darle a la educación emocional y a la salud mental el lugar que se merecen: uno prioritario, en el que el ser sea más importante que el tener y en el que la capacidad de gestionar
las emociones y construir relaciones armónicas con otros se conviertan en habilidades trabajadas, buscadas y reconocidas.
Después de ver las noticias nacionales y conocer los escándalos de varios líderes del
país, uno se pregunta: ¿sería posible realizar algún tipo de prueba que permita conocer,
antes de unas elecciones, el estado emocional y psicológico de los candidatos?. Y otra:
¿qué problema emocional hay en el comportamiento de esos ex alcaldes y funcionarios
con historiales de corrupción o maltrato? ¿Podremos desarrollar mejor nuestra intuición
y conocimiento para elegir a aquellos aspirantes con buena salud mental?