A menos de un mes de la Fiesta del Libro y la Cultura, coincidencialmente, Grammata, la biblioteca virtual más grande de América Latina, presentó esta semana el informe titulado Lectura en Colombia, realizado con datos de la Encuesta de Cultura del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane) y cifras del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc).
Los resultados revelan que el 61,3% de la población de doce años en adelante, leyó libros en 2013, promedio que en 2010 estaba en 68,5%. Es decir, hoy en Colombia hay 7,2% menos lectores que hace cuatro años. El grupo que se ubica entre los 26 y 40 años, puntuó con un 44,1% y la población de 41 a 64 años con 40,2%, otro dato que sorprende pues se tiende a pensar que son mejores lectores los de generaciones anteriores. El informe también revela que mientras algunos países latinoamericanos como Chile, Argentina y Uruguay tienen un promedio anual de lectura de cinco libros por habitante, Colombia tiene de dos a tres. Seguimos siendo, pues, malos lectores, con tendencia a empeorar.
Pero si bien los indicadores preocuparán a los creadores y comerciantes de la industria del libro y a los defensores de la lectura como bastión de la cultura y la educación, la investigación también hace énfasis en que las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación abren paso a la creación de instrumentos innovadores para mejorar los niveles de lectura, como es el caso del ‘E-reader’ y de los ‘E-books. En otras palabras, no todo está perdido en este campo y quizás el bajón en las cifras solo sea característica temporal de un periodo de transición entre los formatos impreso y digital.
Por el momento, lo esencial es reflexionar sobre esta actividad como necesidad absoluta para todos los actores de una sociedad. Y esta oportunidad de reflexión es la que nos presenta de nuevo La Fiesta del Libro y la Cultura. Para este año, por ejemplo, plantea como tema las fronteras. Se refiere a toda clase de divisiones: territoriales, culturales, de identidad y las pone sobre la mesa como elementos que pueden unir e integrar, tanto como han logrado dividir y aislar.
Entre sus eventos, programas e iniciativas, la Fiesta del Libro y la Cultura va más allá de incentivar la lectura y de vender libros. Durante las semanas previas, se construirá en La Alpujarra un muro transparente –“como deben ser las fronteras”, dice el director de la Fiesta, Juan Diego Mejía– con cinco mil ladrillos de acetato. Estos también funcionarán como cajas en las que ciudadanos y organizaciones puedan guardar objetos, textos, ilustraciones o cualquier elemento que represente y simbolice sus frustraciones, anhelos, tristezas o esperanzas frente a las fronteras que nos dividen o nos unen. Una celebración en torno al libro no clama por la participación exclusiva de lectores; clama por todos los habitantes de una ciudad, tan diversos y variados como los mismos libros, sus contenidos y sus personajes. Después de todo, sería absurdo crear una frontera más entre quienes leen y quienes eligen no hacerlo o prefieren solazar su espíritu con otra actividad.