En Urbam dejamos de enviar nuestros residuos al relleno. Construimos una paca digestora en el jardín para tratar nuestros desechos de comida. Pronto tendremos tierra para abonar.
En Colombia, el 60 % de los residuos que van a los botaderos son de comida y jardines (lo que llamamos orgánicos). En otras palabras, estamos buscando huecos, normalmente incomodando a habitantes y transeúntes, para llenarlos de frutas, verduras, plantas, carnes y lácteos.
Los residuos de Medellín tienen que hacer a diario más de 200 viajes de algo más de 40 kilómetros hasta el botadero de La Pradera (y regresar). Es decir, estamos llenando camiones con agua y haciéndolos atravesar la ciudad y el campo hasta llegar a su destino final. De regreso vienen con… aire. A medida que la ciudad crece, estos lugares se alejan más (ver mapa arriba).
Hace ya dos meses, en el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales (Urbam) de Eafit decidimos dejar de enviar nuestros residuos al relleno. Construimos una paca digestora Silva (en honor a quien la perfeccionó) en el jardín, por la cual tratamos nuestros desechos de comida. Hoy no sale ni un solo kilogramo de desechos orgánicos del centro.
Otros se van sumando a esta iniciativa: nuestra paca recibe además residuos de otras dos oficinas de la universidad. Cabe anotar que también dejamos de desechar las bolsas plásticas en las que almacenábamos estos residuos.
En un período de entre cuatro y seis meses tendremos una tierra abonada útil para fertilizar jardines. Además de buscar coherencia con nuestro mensaje ambientalista y el conocimiento que compartimos al respecto, buscamos generar conciencia acerca de la importancia de encontrar alternativas al manejo de residuos que les den valor y permitan reintegrarlos a los ciclos naturales.
Este y otros temas urbanos y ambientales se abordan en la Maestría en Procesos Urbanos y Ambientales (hoy abierta para matrículas), y en el futuro pregrado en Diseño Urbano y Gestión del Hábitat, ambos ofrecidos por el centro.
Otras iniciativas valiosa
Conozco iniciativas comunitarias para un mejor manejo de los residuos orgánicos. Alejandro Álvarez (columnista de esta sección), por ejemplo, convenció a algunos de sus vecinos y cada cierto tiempo se reúnen en los jardines del barrio para tratar de manera conjunta y responsable sus residuos.
También, Eafit ha llevado grupos de estudiantes a diferentes lugares en la ciudad para que construyan las pacas digestoras Silva con las comunidades, que siempre están dispuestas a aprender y contribuir al cuidado de nuestra ciudad y del ambiente.
Hay muchas maneras de hacerlo. En casa, por ejemplo, como no cuento con el talento necesario para reunir a los vecinos, usamos otro sistema fabricado por Vivaracha (descrito por María Claudia Mejía, otra columnista de esta sección). Hasta ahora, todo ha funcionado muy bien y pronto sacaremos nuestra primera bolsa de abono.
La vida moderna nos ha alejado un poco de la naturaleza. Los sistemas tecnológicos que hemos diseñado nos han desconectado de los procesos que mantienen a la sociedad con vida. ¿Cuántos saben qué pasa con los residuos que produce en casa? Los shut no son agujeros negros que se tragan los residuos y los desaparecen. Sin embargo, pretendemos que lo son.
Por su parte, las administraciones tienen que cargar con la responsabilidad y el costo de gestionar tantos residuos (para los que no lo recuerden, el tema ha puesto a tambalear alcaldías en algunas ciudades del país).
No está tan lejos el día en el que las regulaciones se volverán más estrictas y las administraciones se cansarán de voltear por toda la ciudad recogiendo nuestros residuos. Muchos países ya tienen este tipo de regulaciones. Cobros más altos e individualizados por la gestión de los residuos domésticos (por ejemplo, por peso) son un paso apenas lógico.
Mi sugerencia es aprovechar y empezar a aprender a separar mejor y tratar parte de nuestros desechos antes de que este día llegue. Como alguna vez dijo J.F.K., “el momento para arreglar el techo es cuando el sol está brillando”.