Entre las poblaciones en donde se han apoyado las reubicaciones están: Uramita y Peque, en el Occidente; Carepa y Apartado, Urabá; y San Carlos y San Rafael, Oriente antioqueño.
“Eso es trascendental, porque vuelven al lugar donde nacieron, donde está el arraigo de las víctimas del conflicto que fueron desplazadas y amenazadas. Regresan con un proyecto de vida, a renacer y regresa la esperanza”, explicó el secretario de Paz y Derechos Humanos, Carlos Alberto Arcila, quien destacó el apoyo del Programa de Víctimas, de esa dependencia, en el proceso.
El desplazamiento forzado trae nuevas dinámicas familiares, sociales y aprendizajes que fortalecen habilidades; por tal motivo, aunque la vocación de las familias retornadas es altamente campesina, el paso por la ciudad permite acceder a espacios de educación y renglones de la economía antes impensados para quienes vienen del mundo rural.
Emprendimientos de barberías, salones de belleza, fabricación y venta de calzado y productos artesanales hacen parte de las iniciativas que se fortalecen a través del proyecto de retornos.