Esta frase la repite constantemente el cocinero Emmanuel Taborda, quien lidera en sectores populares talleres de cocina que hablan de inclusión, memoria y empoderamiento.
Lo femenino siempre ha estado allí. Emmanuel Taborda, el cocinero, se define desde esa exploración entre lo masculino y lo femenino, en entender cómo la cocina, el espacio íntimo (porque, de forma machista, las mujeres están vinculadas al hogar y no al restaurante, a lo público), se convierte en laboratorio creativo, en espacio de encuentro, en lugar que reconforta.
Primero, con su mamá, su abuela y una tía, entendió el poder femenino en los fogones. Luego, y gracias al proyecto Amasando Paz, que buscaba construir memoria sobre el conflicto armado a través de la elaboración de pan, se dio cuenta de que la cocina es más que eso: es acción, es resistencia, es unión.
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El proyecto, que inició en la casa de cultura de Pedregal, pronto tendría eco en siete escenarios similares más. “Y se convirtió en Cocina como acción social”. Antes, las casas de cultura no reunían, pero “no hay casa sin cocina”, dice Emmanuel, y una vez se prendieron los fogones, llegó la romería. “La mayoría de participantes son mujeres, entre ellas se apoyan, encuentran una familia”. Emmanuel hoy es docente del pregrado en Ciencias culinarias y coordina el programa de Cocina y acción social de la Red Catul (Red de casas de cultura de Medellín).
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Convoca, además, el Foro de cocina como acción social, un encuentro anual para sentarse a discutir sobre soberanía alimentaria, cocina, gastronomía, agricultura y resistencia.
Por: Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]