Hacía un sol picante sobre la pista azul y sobre la tribuna donde la gente acostumbra sentarse a ver las competencias con sol o sin él. Estábamos en el estadio de Atletismo Alfonso Galvis, en el Campeonato Nacional Máster que se realizó del 8 al 11 de noviembre en Medellín y Guarne.
Emilia, la única señora de 88 años en la pista, con el número 221, se preparaba para salir en la carrera de 100 metros planos. Se le vio dar un paso en falso. En ese momento ella estaba concentrada. Había practicado el doble de esa distancia y había hecho el calentamiento, los estiramientos y los ejercicios de rutina previos. Pero la niña del lado, “que no sabía ni por dónde salir”, contó después Emilia, no hizo sino preguntarle cosas (algo que la desesperó), por eso tuvieron que repetir la salida, y por eso el paso en falso que se vio desde la tribuna.
Salió molesta de la competencia, porque ella, la única en su categoría, estaba junto a otras concursantes más jóvenes. Los 28 años que lleva participando en competencias internacionales la han hecho más exigente consigo misma. Se fija en cada detalle y es estricta con los tiempos.
Acaba de llegar con dos medallas de oro, de los 100 y 400 metros planos, del XX Campeonato Mundial de Atletismo Máster en Porto Alegre, Brasil. Con este no quedó, como se creería, totalmente satisfecha. Las medallas se las entregaron cinco horas después y sus contrincantes, dos brasileras en la primera competencia y una de Sudáfrica y otra de Estados Unidos en la segunda, “no eran las mejores del mundo como cuando estuve en Estados Unidos”, manifiesta con desencanto. Por iniciativa propia y sin delegación alguna ha competido también en Sudáfrica, Canadá, España, Italia, Puerto Rico y Perú.
Emilia García de Fontán se interesó por el atletismo a los 59 años. De ella se enorgullecen en la Asociación Colombiana de Atletismo Máster, de la que fue presidente 10 años y donde la conocen como “la española”. Es también la rectora del Colegio Fontán, en Envigado, desde hace 20. Nació en España pero desde 1953 vive en Medellín. En 1957, junto con su esposo Ventura Fontán, fundó el que en un principio se llamó Centro Psicotécnico y posteriormente (en 1985) Colegio Fontán. No es extraño que una mujer que implementa un modelo educativo personalizado en el que no se avanza sino cuando se alcanza la excelencia, sea una atleta campeona. “Ya no me importa si gano una prueba o una medalla. Me gusta saber si puedo mejorar a pesar de mi edad”.
Su preparación es del cuerpo y de la mente. Con un doctorado en Filosofía y Letras, una especialidad en Filología Románica y un diploma en Lengua Francesa, dictó clases de latín, griego y francés. La metodología de estudio en el Fontán parte de los taus (textos autodidácticos) creados por su esposo, a quién llamó “el genio”. En ellos, el estudiante aprende por sí mismo y a su ritmo. Su papel como rectora es el esencial; de este depende que decida participar o no en una competencia. Estar en el colegio no es su trabajo, es donde mejor se siente.
A las 3:30 am Emilia está levantada. Todos los días llega puntual, a las 4 am, a la pista de atletismo. Hasta las 5:30 hace ejercicios y el resto de la mañana atiende los asuntos del colegio. De 1 a 2 pm va a un gimnasio: hace estiramientos, pilates, equilibrio, rumba, de todo un poco. Sus días también transcurren en citas médicas, haciendo rompecabezas o leyendo. Emilia es feliz y con mucha viveza espera cumplir los 89 años el 26 de diciembre.
Media hora antes de la competencia en la que participó el 8 de noviembre, Emilia estaba apurada. Necesitaba tiempo para prepararse y concentrarse. Pidió disculpas por dejar la entrevista y con ese acento español que no la abandona, finalizó: “Esta es mi vida… Trato de ayudar a mucha gente y eso lo hace a uno feliz. No solo lo que uno mejora sino lo que puede hacer uno para que los otros mejoren”.