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El error, ese fantasma que perseguimos con determinación, que intentamos esconder en ese rincón secreto para que nadie lo vea, y para que nadie lo recuerde. Ese reflejo en el espejo que no queremos mirar de frente, al que le damos la espalda e ignoramos hasta intentar desaparecer. El error es en realidad un compañero de viaje indispensable. A menudo, lo vemos como un fracaso, un tropiezo en el camino hacia la perfección. Sin embargo, esta perspectiva es limitada y, en muchos casos, errónea. El error, lejos de ser un obstáculo, es una oportunidad invaluable para aprender, crecer y evolucionar.
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El error es un buen maestro. Al encontrarnos y abrazar el error, conocemos más de nosotros mismos, identificamos nuestras debilidades y nuestras sombras. Pero, es necesario reconocerlo, entenderlo y abrazarlo. Y esto en sí mismo es un acto de valentía. Cuando dejamos que pase desapercibido, este no logra su propósito, y rápidamente volverá a visitarnos, cuantas veces sea necesario hasta sentirse amado y comprendido.
Cuando somos capaces de abrazar el error, este se convierte en motor de creatividad y en una fuente inagotable de innovación. Al equivocarnos, exploramos nuevas ideas y soluciones que pueden conducir a grandes avances. Buscamos nuevas formas de hacer las cosas, y desechamos aquellas en las que no encontramos buenos resultados. El error nos entrega la certeza del camino equivocado, y ese es ya un gran avance en función de encontrar el camino correcto. El error es inherente a la innovación. Al atrevernos a equivocarnos, exploramos nuevos territorios, desafiamos el statu quo y ampliamos los límites de nuestro conocimiento.
El escritor y filósofo francés Voltaire se preguntó por el valor del error:
“El secreto de no cometer nunca un error es no hacer nada”.
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Tomar riesgos, desafiar los conceptos y las estructuras convencionales, actuar con una suerte de rebeldía, salirse de la caja y cometer errores, es parte del proceso que nos lleva a hacer las cosas de manera distinta y alcanzar resultados que otros no han encontrado.
El error nos enseña humildad, nos recuerda que somos seres humanos falibles y que el camino hacia el éxito está lleno de curvas. Al aceptar nuestros errores, desarrollamos una mayor resiliencia y capacidad para enfrentar los desafíos.
El error no es algo a temer, sino una parte esencial de la experiencia humana. Al abrazar nuestros errores, nos abrimos a un mundo de posibilidades y crecemos como personas. Como decía el escritor y filósofo estadounidense Henry David Thoreau:
“No me preocupo por los errores, solo por las oportunidades que pierdo al no intentar nada nuevo”.
En el mundo corporativo, es importante poner el error en el centro de la cultura organizacional, esto crea espacios de confianza, establece ambientes donde las personas se sientan seguras para compartir sus errores sin miedo a ser juzgadas o castigadas. Para que esto suceda, es importante que los líderes de las organizaciones declaren sus errores y reconozcan y celebren los aprendizajes que surgen de los mismos, tanto a nivel individual como colectivo.
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Una cultura organizacional que busca incorporar la innovación en su ADN, está obligada a trabajar en el reconocimiento del error. Ayudar a las personas a entender que sus capacidades pueden desarrollarse a través de la práctica y el esfuerzo, fomentar el aprendizaje continuo, el desarrollo de nuevas habilidades y ofrecer feedback en lugar de la culpa o el castigo.
Una forma de encontrarse con el error de manera controlada, es animando a los equipos a realizar proyectos piloto para probar nuevas ideas y así crear un ambiente donde se toleren los riesgos calculados. Y al concluir los pilotos realizar balances ácidos, solo así se pueden identificar las lecciones aprendidas. Reconocer los esfuerzos realizados, aplaudir las victorias alcanzadas, pero sobre todo identificar y declarar los fracasos. Solo así podremos sacarle el provecho al error.
Hasta hace poco, mi mantra era: “Bruta pero decidida”. Por mi amor propio, he decidido cambiarlo: “Inteligente y decidida”, entendiendo que el error está bastante cerca de la inteligencia.
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