El 27 de octubre elegiremos gobernantes en las regionales y municipios que regirán nuestros destinos en los próximos cuatro años. Excelente oportunidad para oxigenar la democracia local y regional, hoy víctima de los carteles de la corrupción y la criminalidad. Las elecciones sirven para premiar o castigar a dirigentes y partidos que han engañado al pueblo y que se han aliado a perversas causas en detrimento del progreso de la gente.
Asistamos a las urnas con entusiasmo y libertad a respaldar con nuestro voto la propuesta y candidato/a que más convenga a la comunidad. Esta coyuntura sirve para dar un positivo mensaje al mundo: respeto por la Democracia, al pluralismo ideológico y la solución civilizada de nuestras comprensibles discrepancias.
La voluntad soberana del pueblo expresada a través del voto libre, dentro de un proceso electoral transparente y pleno de garantías debe ser acatada y respetada. Su fallo es inapelable. Nadie debe sentirse derrotado.
Tenemos a nuestra consideración múltiples propuestas que interpretan la compleja realidad de nuestras comunidades. Corresponde a los candidatos adelantar una campaña respetuosa, noble y civilizada con énfasis en propuestas viables, para que sean merecedores de la gratitud ciudadana. La experiencia señala que quien acude a la mentira y a la trampa, si es elegido así será su gobierno.
Los nuevos gobernantes han de tener en cuenta que nuestra Constitución advierte que simbolizan la unidad y al jurar el cumplimiento de la Constitución y de las leyes, se obligan a garantizar los derechos y libertades de todos los ciudadanos, sin excepción alguna, tanto para quienes hayan votado por ellos, como por quienes no, votaron en blanco o se abstuvieron.
Han de entender que debe construirse sobre los construido por sus
antecesores, no parten de cero.
Los nuevos gobernantes han de significar tranquilidad, seguridad, progreso; sería muy preocupante lo contrario: amenaza e inseguridad. Para el éxito de su difícil trabajo necesitan tender puentes hacia un escenario que facilite los indispensables consensos para su gobernabilidad y, desde luego, estimular la urgente reconciliación ciudadana y la colaboración del inmenso talento existente en nuestra población.
Aspiramos a sentirnos orgullosos y agradecidos de nuestros gobernantes, cuya solvencia ética, compromiso y liderazgo sirvan de ejemplo. El ejercicio del poder es para servir, no para servirse de él. Poder, decencia y humildad no son incompatibles.
Nuestra responsabilidad no se agota con la elección de los gobernantes, nos corresponde colaborar desprovistos de prejuicios y resentimientos, caminemos hacia el mismo destino que permita mejorar la calidad de vida de la población, la convivencia ciudadana, el crecimiento de la economía, el respeto a la dignidad humana, la derrota a la criminalidad y la corrupción.
Atrás deben quedar la improductiva polarización que ha fragmentado irracionalmente el ánimo y el talento de los ciudadanos. Los nuevos gobernantes, diputados y concejales tienen el privilegio y la enorme tarea de trabajar para corregir errores e intentar innovaciones sociales que permitan solucionar numerosos problemas. Del pasado reciente quedan muchas lecciones, entre otras: la mentira, el odio, el fanatismo, la exclusión social, la violencia, la corrupción, la politiquería… generan violencia, pobreza y atraso.
Deslegitimar u obstaculizar el mandato de los nuevos gobernantes sería una actitud irresponsable, mezquina y suicida. El fracaso del gobernante significa fracaso de la comunidad ¡por cuatro años!
Conviene tener en cuenta que el buen ciudadano vota responsablemente. No se abstiene. Nuestra Constitución (Art. 95) señala: “… Son deberes de los ciudadanos:… Participar en la vida política, cívica y comunitaria del país…” .
Por Omar Flórez Vélez
Decano facultad Ciencias Económicas, Administrativas y Contables- Corporación Universitaria Americana-Medellín
Exalcalde de Medellín