A pocos días de las elecciones presidenciales en Colombia, hacemos un llamado a respetar las opiniones diferentes. A bajar la crispación.
Dice el uruguayo Ricardo Soca, en su libro “La fascinante historia de las palabras”, que los vocablos discrepar y crepitar tienen un mismo origen: el latín crepare, que significa “crujir, dar un chasquido”. Se pregunta el autor: “¿Cuál puede ser la relación entre disentir de las ideas de otra persona y el sonido de la leña en un buen fuego invernal? Pues, quien discrepa está ‘disonando, sonando diferente’”.
Pero, hilando delgadito, como dicen las abuelas, los colombianos podríamos mejorarle a Soca la conexión entre estas dos palabras: a pocos días de las elecciones presidenciales, discrepar no suena a fuego… es puro fuego. En nuestro país, el que opina distinto no solo suena diferente, sino que es tachado e insultado por sonar diferente… Incluso “quemado”, hasta crepitar… La fascinante historia de las palabras.
En nuestro país, el que opina distinto no solo suena diferente, sino que es tachado e insultado por sonar diferente.
¿Cuándo aprenderemos los colombianos a tramitar nuestras discrepancias como opiniones que suenan diferente, y que deben ser respetadas y valoradas? Nuestra democracia ha sido una construcción lenta y dolorosa, que ha costado esfuerzos y vidas humanas. Esa ha sido nuestra historia: una suma de triunfos y fracasos, que, en el saldo, nos han permitido afianzar poco a poco los cimientos de lo que somos.
Independientemente de los resultados de las elecciones a la presidencia de la República el próximo 19 de junio, tanto los candidatos como los electores tenemos la obligación de respetar esos cimientos, y honrar nuestra tradición democrática. Basta recordar el privilegio que tenemos como país y como ciudadanos de esta época: apenas a partir del año 1936 todos los hombres colombianos empezaron a ejercer el derecho al voto, ya que antes podían hacerlo únicamente quienes tuvieran un oficio conocido y supieran leer y escribir. ¿Y las mujeres? Solo en 1957 fueron reconocidas como ciudadanas y pudieron acudir a las urnas. ¡Hace apenas 65 años!
Colombia necesita que todos -ciudadanos, partidos políticos, empresarios, funcionarios públicos, académicos, organizaciones sociales, comunidades religiosas- entendamos que somos corresponsables. Ninguno se puede sentar a esperar a que el candidato ganador fracase: todos debemos ser los ganadores de un país mejor.
Así que, bajemos la crispación. Del latín crispare, significa “contracción repentina y pasajera”. Que así sea: que, una vez iniciado el próximo gobierno, podamos y seamos capaces de recuperar la tranquilidad y la confianza en nuestro país. Y que el nuevo gobernante sepa que seremos vigilantes de nuestra democracia, esa palabra que heredamos de los griegos, y que aún nos enorgullece.