“No se extrañan los sitios sino los tiempos”, escribió Marcel Proust. Y creo que es cierto. No es el lugar lo que realmente echamos de menos, sino los momentos que vivimos ahí, las emociones que sentimos, las personas que nos acompañaron. Si el tiempo es igual a vida, entonces este mes decidí cuestionarme: ¿en qué estoy poniendo mi tiempo?
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Nos han enseñado que el tiempo debe medirse en productividad, logros o metas alcanzadas. Pero, ¿te has detenido a pensar cuál es el verdadero retorno de tu tiempo? Un amigo me dijo una vez: los planes son importantes porque te ponen en acción, pero los sueños son el verdadero destino. Más allá de planear cada paso, ¿qué estás soñando?
Byung-Chul Han habla de cómo hemos reducido la belleza a algo superficial, a un producto que consumimos y olvidamos. Quizá nuestra salvación esté en recuperar esa conexión con lo bello, con lo que nos toca el alma, y ahí entra el tiempo: lo que importa no es lo que haces, sino cómo lo vives. Si el tiempo es vida, ¿por qué no convertirlo en tu mayor obra de arte?
Cuando piensas en cómo usar tu tiempo, ¿por dónde empiezas? Más allá del “qué” o el “cómo”, la pregunta más importante siempre es: ¿con quién? Las personas con las que compartes tu tiempo son las que le dan el verdadero valor. Puedes tener el mejor plan del mundo, pero si no lo compartes con alguien significativo, queda vacío. Son los vínculos, esos momentos auténticos con otros, los que realmente dejan huella.
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Soñar con otros, para otros y junto a otros convierte un simple deseo en algo más grande. Los sueños nos inspiran, nos dan dirección, y para alcanzarlos hay que transformarlos en pasos concretos, en planes accionables. Ahí es donde entra la belleza. Cuando dedicas tu tiempo a lo significativo –personas, momentos, proyectos que te llenan–, te reconectas con lo auténtico.
Elegir en qué ponemos nuestro tiempo es también elegir a qué le damos importancia. Las reuniones interminables, las tareas urgentes pero no importantes, el consumo de información que olvidamos al instante… ¿son esos los momentos que queremos recordar? Tal vez sea hora de valorar más el tiempo dedicado a las pequeñas cosas: una conversación sincera, un paseo sin prisa. Ahí es cuando realmente encontramos sentido.
La vida no se mide por las metas alcanzadas, sino por la calidad del tiempo vivido. Cada día es una oportunidad para crear algo significativo, para conectar con otros, para encontrar la belleza en lo simple. Y siempre, para preguntarnos: ¿con quién quiero recorrer este camino?
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Al final, el tiempo no es solo algo que administramos; es el lienzo donde pintamos nuestra vida y nuestra historia. ¿Cómo es la obra que estás creando?